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Actualizado: 29 de julio de 2025


Eulalia continuaba siendo la misma grave y árida persona que cuando hemos tenido el honor de conocerla, un poco más grave y un poco más árida. El labio inferior le colgaba con expresión más señalada aún de desprecio hacia todas las cosas terrestres.

La segunda de estas aborrecibles castas es el viejo-calavera, planta como la caña, hueca y árida con hojas verdes. No necesitamos describirla ni dar las razones de nuestro fallo.

Confieso que al ir copiando estas páginas, escritas hace cuatro lustros, y tanto tiempo olvidadas, torna y se apodera de mi alma árida y triste aquella plácida melancolía de mi penosa juventud; confieso que al copiar los capítulos de esta historia amorosa, viene a mi memoria el recuerdo de aquellos días, y de mis ojos, que ya no saben llorar, rueda una lágrima....

La tierra es únicamente la escena; la vida, el pensamiento, el drama están en aquélla que el hombre ha usado o construido. Donde hay vida, allí hay también interés. Detrás de la casa está el jardín cercado de piedras, desde cuyo fondo empieza la montaña a elevarse. La falda de esta montaña es verde, después árida y desnuda como si en ella no hubiera tierra vegetal.

Hay otras cuatro islas; la una grande á la punta del sur, y tres pequeñas dentro de la bahia del mismo cabo, al cual no conviene el nombre de las Matas, pues la tierra es toda árida y sin tener matas algunas. Las aguas corren aquí con mucha fuerza al sur y al norte, siguiendo el órden de las mareas, y la tierra del cabo es medianamente alta, con algunos mogotes.

Y el alegre enjambre transpuso la verja del jardincillo, dirigiéndose a lo que llamaban «la montaña», árida colina, suave hinchazón del terreno, cariada como una muela vieja, rajada y perforada por las excavaciones de las canteras y las minas de greda. El bullicioso escuadrón encaminábase lentamente a un horno de cal que había en la cumbre.

En la atmósfera flotaban los últimos resplandores del sol ya puesto, y la árida campiña aparecía envuelta en una claridad medrosa, mientras al lado opuesto se iba extendiendo una ancha faja oscura, que se dilataba lentamente por el cielo. El traje de Paz formaba una mancha clara cortada por los hierros de la verja: Pateta se comía con los ojos a la señorita, sin adivinar lo que querría decirle.

Mas, cuando uno llega solo, la conversación con el mar y la noble sociedad de aquel gran solitario no dejan de producir cierta tristeza. En las primeras visitas que hacemos á la playa, la impresión que nos causa es poco favorable: la hallamos monótona, agreste, árida. La inusitada grandeza del espectáculo nos hace sentir, por contraste, nuestra debilidad y pequeñez: el corazón se oprime.

Pero la brisa del Norte había amontonado allá en el horizonte montañas flotantes de nubes de fuego formando fantásticas ciudades, cuyas flechas y cúpulas resplandecían temblorosas al través de una gasa azul. La campiña estaba dormida: el aire callado. La tierra se extendía desnuda y árida.

Mi niñez fue triste y árida como esos arenales africanos que desde a bordo contemplan por largas horas los viajeros al aproximarse a las costas del Senegal.

Palabra del Dia

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