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Actualizado: 10 de junio de 2025
En el caldero que era grandísimo, ventrudo y negro, hervía un mediano mar amarillo con burbujas que parecían gotas de ámbar bailando sobre una superficie de oro. Del líquido hirviente salía un chillón murmullo, como el reír de una vieja, y del hogar o rescoldo, profundo son como el resuello de un demonio.
Desde allí le traían, para autoridad, pasatiempo y deleite de él y de sus súbditos, cobre, estaño y ámbar, cándidas pieles de armiños y de cisnes, jimios y papagayos, especierías y perfumes, perlas y diamantes, marfil y oro. Alguien de mi familia privó con Ciro el Grande y volvió con Zorobabel a reedificar la Ciudad Santa.
Salvatierra, el impasible, se estremeció con un arrebato de cólera. Sintió impulsos de repeler el vaso, de estrellarlo contra el suelo. Maldijo la pócima de oro, el demonio alcohólico que extendía sus alas de ámbar sobre aquel rebaño embrutecido, esclavizando su voluntad, infundiéndole la servidumbre del crimen, de la locura, de la cobardía.
Su falda apenas pasaba de la rodilla, dejando al descubierto unas medias bien repletas de carne transparentada por el fino tejido. Sobre su jersey de seda color salmón ostentaba un collar de enormes cuentas de falso ámbar. El pelo, cortado en forma de melena de paje, se ahuecaba bajo una graciosa boina de terciopelo.
La verdad se encubre en vano; Que como al que ayer traía 2360 Guantes de ámbar, otro día, Le quedó oliendo la mano; Así, quien señora fué, Trae aquel olor consigo, Aunque del ámbar que digo, 2365 Reliquias muestre por fe. DO
Pero doña Cristina dudaba ya de todo desde que dos días antes de que regresase el millonario, había encontrado revolviendo los papeles de su mesa, una carta de color gris, perfumada de ámbar y con la firma de una mujer, una tal Judith, que debía ser una pagana, una pecadora, á juzgar por su nombre y su manera de escribir.
Por cuchillos el francés mercerías y Ruán, lleva aceite; el alemán trae lienzo, fustán, llantés; carga vino de Alanís; hierro trae el vizcaino el cuartón, el tiro, el pino, el indiano el ámbar gris, la perla, el oro, la plata, palo de campeche, cueros, toda esta arena es dineros. ¡Un mundo en cifras retrata!
El ropaje negro del cura revelaba desaseo, y este detalle bien observado por Fortunata la ilusionó otra vez respecto a la santidad del sujeto, porque en su ignorancia suponía la limpieza reñida con la virtud. Poco después, notando que su futuro hermano político olía, y no a ámbar, se confirmó en aquella idea.
Unos eran opacos é incoloros, otros bronceados y negros; los más se revestían con tintas soberbias, cuyo esplendor desesperaba á los pinceles humanos, incapaces de imitarlas. Un rojo magnífico era la base de esta coloración, descendiendo gradualmente al rosa pálido, al violeta, al ámbar, hasta perderse en el lácteo iris de las perlas y la policromía temblona y vagorosa del nácar de los moluscos.
Pudiera llamárseles con propiedad los camaleones del mar. La sepia tiene el exquisito perfume, el ámbar gris, que sólo se encuentra en la ballena como residuo de las innumerables sepias que absorbe. Los marsuinos hacen también gran carnicería entre ellas.
Palabra del Dia
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