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Pero extraña tambien la persecucion secular que le han declarado á esa religion varias sectas que, llamándose cristianas, ni han sabido ser espiritualistas, ni han renunciado al fatalismo bajo otras apariencias, ni han hecho cosa mayor por la libertad y la dignidad de la mujer! La mezquita-catedral nos impresionó tan vivamente á mis compañeros de viaje y á , que la visitamos cuatro veces.

Córdoba, la ciudad de Abdherranmán; la Meca de Occidente, la que fué maestra del género humano, la vieja andaluza, que aún se engalana con algunos restos de su antigua grandeza; todavía hermosa, a pesar de los siglos guerreros que han pasado por ella; ya sin Zahara, sin academias, sin pensiles, sin aquellas doscientas mil casas de que hablan los cronistas árabes; sin califa, sin sabios, pero orgullosa aún de su mezquita-catedral, la de las ochocientas columnas; triste y religiosa, habiendo substituído el bullicio de sus bazares con el culto de sus sesenta iglesias y sus cuarenta conventos; siempre poética y no menos rica en la decadencia cristiana que en el apogeo musulmán; ciudad que hasta en los más pequeños accidentes lleva el sello de los siglos; tortuosa, arrugada, defendiéndose de la luz como si quisiera ocultar su vejez; escondida en sus interiores, donde guarda innumerables maravillas, y siempre asustada al paso del transeúnte; protectora de los enamorados, para quienes ha hecho sus mil rejas y ha obscurecido sus calles; devota y coqueta a la vez, porque cubre con sus joyas las imágenes sagradas, y se engalana y perfuma aún con los jazmines de sus patios... Tal era la ciudad que había estado entregada por tres días a la brutal codicia de los soldados de Dupont.

La Mezquita-catedral. Curiosidades. De Córdoba a Baylen; Andujar. Eran las siete de la mañana cuando tomábamos el tren del reciente ferrocarril que pone en comunicacion a Córdoba con Sevilla. Por primera vez se iba á ensayar el trayecto comprendido entre la pequeña ciudad de Lora, no muy lejana de Sevilla, y Córdoba.

Excepto la estacion del ferrocarril, que hace pensar en lo porvenir, todo lo demas incita á dejar vagar el espíritu en la region de lo pasado. Si, subiendo á la alta torre que domina el gran patio de la mezquita-catedral, se contempla toda la ciudad y sus campos vecinos, el espectáculo es bello pero triste. Cada objeto es una evocacion.