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Su mayor delicia consistía en obsequiarla con merengues, que luego ambos comían a medias, mordiéndolos al mismo tiempo por opuestos extremos, hasta que, tropezándose las culpables bocas, sonaban escandalosos besos.

Aparentaron no conocerme, e inmediatamente se pusieron a tomarme declaración; ofreciéndome antes algunos merengues con objeto, según decían, de que tuviese la voz más clara.

A veces se dispara la cerbatana en guerrilla; entonces se escoge por blanco el farolillo de un escarolero, el fanal de un confitero, las botellas de una tienda; objetos todos en que produce el barro cocido un sonido sonoro y argentino. ¡Pim! las ansias mortales, las agonías, y los votos del gallego y del fabricante de merengues, son el alimento del calavera.

MERENGUES. Para cada docena de claras batidas a punto de nieve, se hace almíbar con una libra de azúcar; se mezcla poco a poco, y se trabaja mucho hasta que espese. Después, sobre un papel blanco se van colocando cucharadas de esta pasta; se cuece a horno flojo y se separan del papel después que se enfrían.

Aparentaron no conocerme, e inmediatamente se pusieron a tomarme declaración, ofreciéndome antes algunos merengues con objeto, según decían, de que tuviese la voz más clara.

De modo que á la hora en que le volvemos á encontrar, no cuenta un solo deseo que no haya visto satisfecho; es decir, se ha bebido, vaso á vaso, más de media cántara de agua de limón «fría como la nieve»; ha comido, de seis en seis, más de un ciento de merengues; ha convidado á cuantos paisanos y conocidos hallaba al paso; ha comprado una sinfonía en una tienda de alemanes, y ha oído una misa mayor en la Catedral.

Se calienta en una sartén manteca de vaca, se hace la tortilla, y cuando está en su punto se cubre con una mermelada de fruta; se arrolla, se espolvorea con azúcar y se mete al horno unos minutos. MERENGUES A LA CHANTILLY. Se baten seis claras de huevos con ciento veinte gramos de azúcar en polvo, haciéndolo evaporar todo sobre ceniza caliente y meneándolo de continuo.

Elena volvió á donde yo estaba, radiante de alegría. Y bien, querida, espero que ahora comerás tu pan. No, Máximo; he estado demasiado conmovida como ves, y, además, es menester decirte que hoy ha entrado una nueva discípula, que nos ha regalado merengues y algunos otros dulces; de modo que no tengo hambre.