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El grandísimo aplastamiento de aquellos nos corroboraron una vez más procedían de antiguas tribus malayas, en cuya raza había algunos individuos que á sus hijos recién nacidos les oprimían el cráneo con tablillas, cuya presión les daba la extraña configuración que teníamos á la vista.

Así, puede verse en el Mar Rojo, en el de las islas Malayas y las de Australia, arrastrarse, fijarse allí el raro coloso llamado dugongo, que domina el agua con su pecho y sus mamas.

Sor Marcela dio una chupada y después arrojó el cigarro, haciendo ascos, escupiendo mucho y poniendo una cara tan fea como la de esos fetiches monstruosos de las idolatrías malayas. Mauricia lo recogió y siguió chupando, alternando un ojo con otro en el cerrarse y en el mirar. Después hablaron de la procedencia del pitillo.

Fuerte, como el tamarao de las selvas malayas, como el caimán enorme que custodia sus playas, cual las eternas fráguas del Apo y del Taal. Escala cubiertas cumbres, conquista hondos abismos, jamás sucumbe en lucha contra los despotismos del extraño poder. Se lanza cantando himnos a la tumba enemiga, el ideal por gladio y por triple loriga la gloria de su patria, el honor y el deber.

La aurora de los trópicos, como flor cabalística, pone en tus ondas tersas coloración artística, mientras mancha el azul una paloma mística, que es muy blanca, tan blanca como la hostia eucarística. Por tus aguas bogaron en primitivas barcas, con sus lanzas y bolos los tagalos monarcas, a lidiar con el hombre de las pupilas zarcas que invadió hace tres siglos las malayas comarcas.

Las lenguas malayas emplean una voz de orígen extranjero: ribu, que en tagalog hace libu, proviene según mi maestro el abate Favre del hebreo ribbo, por el intermedio del árabe, aunque es verdad que ribbo en hebreo y ribet en árabe significan diez mil; pero, como pronto veremos, los malayos, al adoptar nombres sanscritos de cifras elevadas, han confundido su verdadero significado y las han consagrado á nombrar números diferentes que en la lengua de donde los tomaron.

Su ilustración es escasísima y reside en determinados individuos; pocos saben leer y menos escribir, á excepción de los dignatarios, que sólo por este concepto monopolizan los puestos y poco ó nada hay escrito sobre su lengua, que viene á ser, como ya hemos dicho, una mezcolanza de la árabe con muchas palabras chinas, malayas, tagalas y visayas.

Las razas filipinas, como todas las malayas, no sucumben ante el extranjero, como las razas australianas, las polinésicas y las razas indias del Nuevo Continente. Pese á las numerosas guerras que los Filipinos han tenido que sostener, pese á las epidemias que los visitan periódicamente, su número se ha triplicado, al igual que los malayos de Java y de las Molucas.

Prevenido contra este escollo y teniendo como la sensación de que, en el espíritu de algunos, con la explicación de pitó, he despertado la duda haciendo sospechar que he incurrido precisamente en eso que quiero evitar, en hacer fantasía, he de principiar por algunas consideraciones sobre uno de los nombres que recibe el número ocho en las lenguas malayas, para que sirva de prueba, por analogía, á lo dicho sobre pitó.