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Hasta el día en que el funcionario se persuada que al llegar al Corregidor debe ser otra cosa distinta de lo que hasta entonces fué; hasta que comprenda que ciertas ideas debe guardarlas cuidadosamente en el secreto santuario de los recuerdos sin que jamás salgan á la lengua; hasta que la inamovilidad del empleado sea una verdad al par que verdad sea su suficiencia; hasta que la confianza y las garantías alienten el comercio y con él la acumulación de capitales; hasta que el español descentralice el producto de manos extranjeras; hasta que una buena inteligencia secundada con un buen deseo, haga de las provincias tabacaleras lo que deben ser; hasta que la ilustración universitaria llegue solamente al conocimiento de la virtud y no al comentario histórico de los pueblos y de los derechos de los hombres; hasta que ingenuamente y con los datos á la mano confesemos que el fraile podrá ser, habrá sido y será en Europa lo que se quiera, pero que en Filipinas es una necesidad personificadora de dominación y de ahorro, lo primero, porque fueron siempre españoles, porque ejercen una influencia positiva y porque conocen el país; y lo segundo, porque son los soldados avanzados que menos cuestan al Estado; hasta que el conocimiento del fraile origine las garantías para el porvenir que tiemblan al par que preveen; hasta que en ellos renazca la antigua confianza, no del poder omnímodo que ejercieron, sino de la estabilidad porque temen, ante cuyo temor nace el indiferentismo, que previene, al par que aleja á las procuraciones, acumula en las misiones ú oculta en lo más recóndito de los claustros, capitales que estarían en circulación; hasta que la conciencia no salga de la persuasión del misionero español; hasta que al Gobernador superior se le den facultades propias, creando una verdadera situación de confianza en los actos del que manda, como confianza debe tener en él quien le nombra; hasta que los centros gubernativos ejerzan alguna policía llevando su mirada inspectora á un poco más allá de los cortos renglones de un pasaporte; hasta que el ministerio de la ley corra parejas con el sacerdocio de la conciencia; hasta que el hálito revolucionario que se asienta en el viejo mundo ante los humeantes escombros de la Commune y las teorías de la Internacional, quede dentro de la Administración de Correos de Manila, no llegando jamás á despertar inteligencias, que ni alientan ambiciones porque no conocen necesidades, ni abrigan miserias, porque sus odios son francos y se dirimen con el talibón ó la flecha y no con sonrisas hipócritas que encubren la farsa y la mentira; hasta que esto poco á poco no vaya corrigiéndose, el extenso Archipiélago filipino no llegará á la meta de felicidad, de bienestar y de riqueza á que es acreedor.

Se hacen ofrecimientos, se buscan influencias, se apalabran concesiones, se reanudan amistades, se dirimen odios y todos marchan al objeto que se proponen.