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El joven se pasó una mano por la frente, por los ojos. Otra vez, más aún que en el primer instante, estaba inseguro de hallarse despierto. ¿No me cree, usted? ¡Y, sin embargo, usted estuvo tan cerca de la verdad! Yo que usted la afirmó contra todo y todos, y poco faltó para que consiguiera demostrarla. Cierto es que muchas circunstancias, una principalmente, estuvieron, en contra de usted.

Soledad no sólo no reprimía la expresión de su simpatía, sino que afectaba demostrarla con testimonios más visibles. Antonio, observando su frescura, dióse á entender que Velázquez estaba por completo esclavizado y aguantaría todo lo que le echasen encima.

La tía había intentado defenderse, alegando que era vocación de su hija y que su conciencia no le permitía contrariarla; pero el conde la atajó con energía, manifestando que para creer en esa vocación era menester demostrarla. Mira, chica, sácala del convento; pero no para encerrármela en casa, como la otra vez. Que vea el mundo, que entre en sociedad, que asista a teatros, paseos y tertulias.

Pero necesitaba demostrarla con pruebas irrefragables, necesitaba convencer al mundo de la inepcia de los fisiólogos sus predecesores. Sólo sorprendiendo al cerebro en funciones podía lograrse este resultado, que llenaría a los hombres de felicidad y le coronaría a él de gloria. ¿Cómo alcanzar semejante sorpresa? He aquí el pequeño obstáculo en que tropezaba este gran hombre.

Hay gentes a quienes la manía de ser grandes les hace descender a pequeñeces que uno creería con trabajo si ellas mismas no diesen todos los días ocasión de presenciarlas. En cuanto a , esto me causa una indignación tan violenta, que no soy dueño de contenerla y que me obliga absolutamente a demostrarla cuando me tropiezo con una de esas personas.

Debéis haberla vuelto loca, don Juan; es la única mujer que conozco digna de vos, y me alegro... ¡oh, , me alegro!... Y la amo porque os ama y me alegraré de tener una ocasión en que demostrarla dignamente mi amor. ¡Oh! No os comprendo Dorotea... yo creía...

El noble mancebo accede á sus deseos al instante, como lo exigía en tales casos el deber de todo caballero, y le entrega además las llaves de su casa, llamándole fuera otras ocupaciones perentorias, con el propósito de demostrarla que puede mandar en ella como si fuera la dueña.