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Las casamenteras ponen mucho empeño y mucha tenacidad en sus empresas. Se parecen en esto al diplomático que realiza un concierto internacional. Aconsejan, señalan las ventajas de la unión, presentan las dichas futuras, un porvenir venturoso; hacen grandes apologías de él a ella y de ella a él, atribuyendo a una y otro virtudes sin cuento.

Pero también es verdad que tales enlaces sólo pueden concertarse entre contrayentes que no tengan un gusto muy personal y definido, una individualidad espiritual muy pronunciada, un concepto propio de la vida. Las casamenteras, en fin, sólo pueden lograr su objeto con personas de voluntad blanda, mente vacía y espíritu sugestionable.

Esas casamenteras de voluntades, como las llama Quevedo... pero no todo es del dominio del escritor, y desgraciadamente en punto a costumbres y menudos oficios acaso son los más picantes los que es forzoso callar: los hay odiosos, los hay despreciables, los hay asquerosos, los hay que ni adivinar se quisieran; pero en España ningún oficio reconozco más a menudo, y sirva esto de conclusión, ningún modo de vivir que menos de vivir, que el de escribir para el público, y hacer versos para la gloria: más menudo todavía el público que el oficio, es todo lo más si para leerlo a usted le componen cien personas, y con respecto a la gloria, bueno es no contar con ella por si ella no contase con nosotros.

De estos encuentros nace a veces un principio de simpatía, que las casamenteras fomentan con elogios hiperbólicos de la futura al futuro y viceversa. Y justo es reconocer que algunas veces salen buenos matrimonios de estas gestiones de las casamenteras.

Las solteronas muy metidas en años, cuya juventud no conoció el ardiente sabor de la vida, y las viudas que no quisieron mucho a sus maridos, que se casaron por conveniencia, suelen ser las más inclinadas a ejercer de casamenteras. Como no han usado su corazón, desconocen en los demás la onda emocional que constituye la base de toda relación amorosa.

Y con esto queda demostrado que el «no» es mucho más difícil que el «» de las niñas... Son muchas las personas aficionadas a intervenir en el arreglo y combinación de las bodas. En lenguaje clásico se les llama casamenteras y han servido muchas veces de tópico a la musa irónica de los escritores festivos.