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Farsa burda era aquella en que la Briguela no dejaba de sacar provecho, pues que siempre tenía quien la regalase, por tal de oirla. El año 1690 parece que vino á unirse con Catalina otra mujer que también andaba en esto del pacto con el demonio, y no es cosa de relatar los estragos que en algunas almas sencillas hicieron con sus malas artes y con sus abominaciones.

El tribunal de la Inquisición sentenció á Briguela á sufrir doscientos azotes por las calles de la ciudad á hacer duras penitencias por determinado tiempo y á ocho años de destierro de los cuatro reinos de Andalucía.

El delito de que se acusaba á la Briguela era grave, pues según resultó de la lectura de la causa, desde la edad de siete años había la mujer mantenido pacto con el demonio, edad harto temprana, que prueba cuánta era la precocidad de la niña y cuán varios son los caprichos del Satan, que hace diabluras como estas de escoger criaturas para echarles la garra.

Catalina Briguela tenía por nombre y era natural del Puerto de Santa María, donde vivió algún tiempo y en diversas temporadas en Sevilla, población en que llegó á ser muy conocida por la gente devota y en donde vino al fin y á la postre á sufrir mal de su grado, infamante pena y duro castigo.

De esto vino la perdición de la ilusa, pues un pariente de cierta moza á quien habían ganado para sus hechicerías, denunció á la Briguela al tribunal de la Inquisición, quien la puso en sus cárceles en 1693, donde permaneció hasta el 18 de Diciembre del citado 1695 en que salió en santa Ana en público como lo cita Montero de Espinosa en su Colección de autos que llamaban de .

El día 18 de Diciembre de 1695, el pueblo que acudió á la iglesia de santa Ana de Triana, donde la Inquisición celebró auto público de fe, vió salir á Catalina Briguela en unión de cinco mujeres y dos hombres que por sus pecados se vieron en tan apurado trance.