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Cuando éste penetró en el cuarto de Enrique, le halló afeitándose frente a un espejo, tan preocupado y atento a su tarea, que no le vio ni oyó los pasos. Hola, Enriquillo, ¿cómo va? Enrique volvió asustado la cabeza. Ah, ¿eres , Miguelito? Siéntate, hombre, me alegro mucho de verte aquí.

Al rayar el alba, aunque hacía viento muy frío que helaba, por ser aquí este mes el corazón del invierno, se fueron todos á bañar al río; y para hacer más alegre la fiesta, adornaron sus cabezas con hermosos penachos afeitándose el rostro con colores muy feos, imaginando crecían en belleza y hermosura, cuando parecían otros tantos diablos.

Y dando la vuelta continuó afeitándose. Pues hacía ya tiempo dijo Miguel, después de dar otras cuantas vueltas por la habitación que echaba de menos aquí unas banderillas. Me extrañaba que teniendo tantas cosas de toros, no hubiera por lo menos un par.

¿Querrás creer, chico repuso Enrique, dejándose engañar como muchas veces por el tono serio que comunicaba Miguel a sus palabras, que no se me había ocurrido?... Cuando Marmita me las mandó, tuve un verdadero alegrón... , , comprendo que habrá sido una de las más puras satisfacciones de tu vida. Enrique volvió a mirarle serio y amoscado, y continuó afeitándose.

Pero todo aquello pasó, la fiebre revolucionaria, los folletos, y Bailón tuvo que esconderse, afeitándose para disfrazarse y poder huir al extranjero.