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Al entrar los nuestros en la poblacion, encontraron las plazas y calles inundadas de sangre, y arrojados los cadáveres por todas partes, sin hallar quien les diese razon alguna de aquel funesto espectáculo: hasta que el ruido de algunos fusilazos que dispararon á los indios que descendian á las faldas de unos cerros para incomodarlos, hicieron salir á los curas y algunos mas que pudieron escapar, metidos en los lugares mas ocultos; y asegurado el capitan Vial de que no quedaban otros escondidos, recogió su gente y salió de nuevo á la campaña con todos los que habian tenido la felicidad de libertarse de la cuidadosa solicitud de los indios, y continuó retrocediendo hasta las cercanias de Ylabe, desde donde participó cuanto le habia ocurrido, y en su consecuencia se determinó en junta de guerra que siguiese su retirada: pero él no obedeció, hasta que le obligaron los muchos indios del pueblo de Acora, que improvisamente se declararon por el usurpudor, cuya novedad precisó á Orellana á que acudiese con un cuerpo de tropas de su mando, solo para sostenerle la retirada, porque las justas atenciones de su capital no le permitian otra cosa, ni menos estar ausente de ella por mucho tiempo.

Levantó su campo y se puso en marcha á las doce de la noche, dejando dispuesto le siguiesen, como único medio en aquellas críticas circunstancias, lo que efectivamente egecutaron la mañana inmediata hasta Chucuito, escoltando al vecindario de Acora, y los que habian escapado de Juli é Ylabe, de cuyas poblaciones se apoderaron al instante los rebeldes, y entregaron á las llamas la cárcel, la horca y algunas casas particulares, saqueando en las iglesias los muebles de los que procuraron salvarlos á la sagrada sombra de su respeto.

Dirigia y gobernaba á los rebeldes en esta ocasion, un indio de baja estraccion, llamado Pascual Alarapita, de la provincia de Pária, que echádo de su patria por delincuente, emprendió y logró con la mayor rapidez la conquista de algunas provincias, llenándolas de horrores y confusion, con los sangrientos destrozos, incendios y latrocinios que egecutó en todos los pueblos, juntamente con Isidro Mamani, que traia de subalterno, y de tan perversas costumbres como su gefe: pero este fué preso por los indios del pueblo de Acora el dia despues del ataque de Pano, quienes lo entregaron en aquella villa con dos capitanes suyos, que tambien arrestaron.

En esta ocasion llegó á manos de Orellana una carta de un indio principal de Acora, avisándole que los rebeldes de aquella parte que se habian retirado hasta Ylabe y Juli, reforzados con los de la provincia de Pacajes, venian otra vez marchando sobre aquel pueblo, con ánimo de vengar en sus indios la resistencia que habian hecho de seguir su partido.