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Actualizado: 3 de julio de 2025


« Pues estaba Fernando de aprendiz en la zapatería del difunto Ichtaber, el Chato de Tolosa, y no si vosotros sabréis, pero Ichtaber era un zapatero viejo y muy rico. Tenía Fernando de novia una chica muy guapa, pero Ichtaber, el Chato, al verla la empezó a cortejar y a decir si se quería casar con él, y, como era rico, ella aceptó. El hacía como que no se incomodaba, pero se vengó.

Estupiñá siguió aún más de una semana sin salir de casa, y el Delfín iba todos los días a verle ¡todos los días!, con lo que estaba mi hombre más contento que unas Pascuas, pero en vez de entrar por la zapatería, Juanito, a quien sin duda no cansaba la escalera, entraba siempre por el establecimiento de huevos de la Cava. Perdición y salvamento del Delfín i

Con la crema Zenitram, el calzado se mantiene fresco y lucido eternamente. Invitamos a los competidores a que ganen las mil pesetas rebatiendo nuestro asertoUn día entró la duquesa de Somavia en la zapatería de Apolonio, y le habló así, reservadamente: En la carta que mi hermano Deusdedit me escribió antes de morir, y ya hace de esto nueve años, me decía que eras un ganso.

Atareada todo el día en fregar pisos de casas ajenas, sólo de tarde en tarde podía ocuparse de su hijo, yendo a la tienda del maestro para enterarse de los progresos del aprendiz. Cuando volvía de la zapatería bufaba de coraje, proponiéndose los más estupendos castigos que corrigiesen al pillete. La mayor parte de los días no se presentaba en la tienda.

Una tarde, los amigos que me acompañaban en mis paseos me enseñaron la casa de Thiers, el gran historiador, y también me llevaron al café donde, por invierno, solía ir a tomarse su copa de cerveza Paul de Kock. ¿El de las novelas para reír? Tiene gracia; pero sus indecencias y porquerías me fastidian. También vi la zapatería donde le hacían las botas a Octavio Feuillet.

El orgullo de trepar por aquellas gastadas berroqueñas no excluía lo fatigoso del tránsito, por lo que mi amigo supo explotar sus buenas relaciones para abreviarlo. El dueño de una zapatería de la Plaza, llamado Dámaso Trujillo, le permitía entrar por su tienda, cuyo rótulo era Al ramo de azucenas.

Esa nueva tienda debe llamarse La Estolidez, en lugar de La Solidez.» Y aventuró esta profecía, que hasta ahora ha resultado válida: «La base de la zapatería de lujo es y será siempre el cosido a manoPero no se le ocultaba a Apolonio que «La Solidez» o «Estolidez» le amenazaba con una competencia, quizá ruinosa.

Una mañana, Felicita entró en la zapatería de Apolonio, cosa acostumbrada; pero aquel día, la solterona llevaba desencajado el rostro, con expresión que pretendía ser colérica, y, sin embargo, dejaba recelar un placer oscuro. «¿Qué tripa se le habrá roto a esta vieja vestalpensó Apolonio.

Palabra del Dia

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