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Actualizado: 10 de noviembre de 2025
¿Sois vos, Marta? dijo . ¡Cómo! ¿Todavía estáis en pie? Son cerca de las doce. ¿Queríais hablarme antes de acostaros? Os agradezco esa benévola atención, querida amiga.
¿Vos por aquí, don Francisco? dijo la condesa sin disimular su alegría, alegría semejante á la de quien de una manera inesperada tiene un buen encuentro.
Sacó de su repuesto Sancho un pedazo de pan y otro de queso, y, dándoselo al mozo, le dijo: -Tomá, hermano Andrés, que a todos nos alcanza parte de vuestra desgracia. -Pues, ¿qué parte os alcanza a vos? -preguntó Andrés.
Pues yo quisiera haberlo sabido antes de... antes de haberme olvidado por vos de lo que soy dijo la condesa de Lemos. He dicho que ya sabía yo que no habíais de estaros callada mucho tiempo, doña Catalina. ¿Y es posible que yo guarde silencio cuando tengo tanto que echaros en cara?
Quintillas de pie quebrado: «No aumenten, doña María, Mis ansias vuestros enojos, Que en vos salen por los ojos Parando en el alma mía. Versos pareados, el segundo de los cuales es quebrado: «Abre la puerta vejona Cara de mona, Abre hechicera, bruja La que estruja Quantos niños hay de teta, Por alcahueta Once meses azotada Y emplumada, etc.»
El se había levantado, y ella le tomó las dos manos, y dirigiéndose al cura, agregó: Dispensad, señor cura, si lo he saludado a él primero... A vos os he visto ayer... y a él no le veo desde hace veinte largos días, desde cierta noche que salió de casa triste y enfermo.
Y, si es que mi buen intento merece ser agradecido con algún género de cortesía, yo os suplico, señor, por la mucha que veo que en vos se encierra, y juntamente os conjuro por la cosa que en esta vida más habéis amado o amáis, que me digáis quién sois y la causa que os ha traído a vivir y a morir entre estas soledades como bruto animal, pues moráis entre ellos tan ajeno de vos mismo cual lo muestra vuestro traje y persona.
Si con estas esperanzas y aditamentos vos, Sancho, gustáis de volver a servirme, sea en buena hora: que pensar que yo he de sacar de sus términos y quicios la antigua usanza de la caballería andante es pensar en lo escusado.
Don Pedro frunció el entrecejo y miró sañudo á su compatriota, pero el príncipe inglés acogió aquellas palabras con aprobadora sonrisa. ¡Bien, Don Martín! exclamó, ¡digno es de vos ese arranque!
Cuando recuerdo que mordí su mano, que posé mis labios sobre la carne del malvado, me parece haber sufrido el contacto asqueroso de una serpiente. Pero vos ¡cuán animoso y enérgico ante tan temible enemigo! Si yo fuera hombre me enorgullecería de actos como ese.
Palabra del Dia
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