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Retrocedió, volvió á avanzar, se consultó, discutió mentalmente, y al fin, uniéndose la curiosidad á su instintivo deseo de entrar, no dudó más y entró. Estaban en una discusión muy acaloraba. Por todas partes se alzaban voces, lo mismo en la región turbulenta del público que en la del club.

Entonces, como un ratón que acecha el momento oportuno, salió furtivamente de su rincón, se apoderó de aquel objeto y volvió dando traspiés hasta su cama, alzando los hombros como para ocultar su hurto. Tenía una intención decidida en lo que concernía al uso de las tijeras.

Entonces esto que creyeron que iba á ser la muerte fué precisamente su salvación. Moribundos hay que vuelven á la salud merced á ciertos medicamentos fuertes. Tantos sufrimientos se colmaron con los insultos, y el aletargado espíritu volvió á la vida.

Laura miró con asombro a su hermana, y no se atrevió a aclarar el punto, dejando correr la invención del «capitán Pérez», el pretendiente fantasma... Despidiose Vázquez y volvió al cabo de tres o cuatro días. Sus visitas menudearon desde entonces. Venía a jugar al ajedrez con Adolfo. Se hizo íntimo de la casa... Una vez, Adolfo preguntó: ¿Quién es ese capitán Pérez?

Pronto volvió al suyo dicho señor, escribió un libro sobre España, le imprimió en Chicago, exornándole con bor nitas estampas, y tuvo la bondad de enviarme un ejemplar, que recibí hace pocos días. Confieso que el título del libro me desagradó bastante. Ya en el título hay una ofensa.

Nació gimiendo; entre gruñidos y pataleos recibió el agua del bautismo, y gruñendo volvió a casa y continuó, sin cesar, muchos días, comiéndose los puños apretados y perneando rabioso, como sapo clavado en estaca, mientras la pacífica y rozagante Verónica, olvidada de su familia en el último confín del hogar, no se moría de hambre porque la niñera cuidaba, de propio impulso, de esos y otros menesteres.

Y por un simultáneo impulso de compasión, volviéronse presurosos y sujetaron a Gonzalo, cuya rabia cruel aun no se había apagado. El contacto de las manos de aquellos señores le volvió a la razón. Les echó una larga mirada siniestra y extraviada, y sin decir palabra, recogió el sombrero y se dirigió a la puerta de la quinta, mientras los padrinos conducían al Duque moribundo a casa.

Abrió el paraguas, mas a los pocos pasos, el viento que soplaba huracanado en el Campo de los Desmayos se lo volvió. En la imposibilidad de cerrarlo y sintiéndose empujado violentamente por el huracán, el joven excusador se refugió en el negro, enorme portal de Montesinos. Nunca pasaba por delante de él sin sentir cierto estremecimiento de temor y curiosidad.

Entretanto, volvió á escribir á éste, dándole cuenta de sus proyectos de viaje y explicándole al pormenor el estado y motivo de su pleito.

Maximiliano insistió en que había sido una gran falta pedir amparo al mismo Juanito Santa Cruz, a aquel infame, cuando volvió ella a Madrid y le cayó su niño enfermo. «Pero, tontín, si no es por él, no hubiéramos tenido con qué enterrarle» dijo Fortunata saliendo a la defensa de su propio verdugo. Primero le dejo yo insepulto, que recurrir... La dignidad, hija, es antes que todo.