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Actualizado: 30 de septiembre de 2025
Esta cambiaba a ojos vistas y aquella belleza renaciente podía derribar en un instante la frágil barrera que separa la amistad del amor. Todos estos sentimientos mal definidos y más difíciles de nombrar que de describir constituían la alegría de la casa y la dicha de Germana. Encontraba una gran diferencia entre su último invierno de París y su primer verano de Corfú.
Comprendí que en boca del confesor estaba muy en su punto la enhorabuena que me había dado momentos antes; pero vistas y estimadas las cosas con ojos humanos, a mí me acongojaba aquella alegría, que me estaba pareciendo el himno triunfal de las vírgenes dispuestas a la muerte.
Desde el Tormes subimos á visitar al ya citado señor chantre D. Camilo Álvarez de Castro, cuya casa y huerto se divisaban á una grande altura sobre nuestra cabeza, pues se apoyan en la antigua muralla de Salamanca y tienen vistas al río. Nunca olvidaremos aquella visita.
Aquellas imágenes a la luz del día recordaban vagamente las decoraciones de un teatro vistas al sol y a los cómicos en la calle sin los esplendores del gas de las baterías. Pero Anita no pensaba en esto.
Me faltaba aire, me ahogaba en mi habitación estrecha, sin horizonte, sin alegría, sin más vistas que la alta barrera de muros grises, almenados, bajo los cuales apenas se veía volar, por rara casualidad, alguna gaviota.
He conocido en París a una bailarina que se le había metido la misma idea en la cabeza. Se había comprado un terreno en el Père-Lachaise e iba a visitarlo de cuando en cuando, cada vez con mayor placer. Los seis metros de su propiedad estaban en uno de los más bellos rincones del cementerio, rodeado de monumentos burgueses y con vistas al exterior.
Fuime a las vistas, y allá, con ser una plazuela bien grande, era menester enviar a tomar lugar a las doce, como para comedia nueva: hervía en devotos. Al fin, me puse en donde pude; y podíanse ir a ver, por cosas raras, las diferentes posturas de los amantes.
Esta Purísima tan estropeada, es copia de una de Murillo, y dicen que no era mala cuando la trajo de Madrid mi bisabuelo paterno. Este retrato que la sigue por la izquierda, es de mi padre, y el otro de la derecha, de mi madre. Son obra de un pintor que anduvo tomando vistas por estos sitios, muerto de hambre. Así están ellos.
Pero antes de que los dos apoyasen el borde de los oculares en sus cejas, el comandante colocó sobre el mapa un nuevo papel. Era una fotografía enorme y algo borrosa, sobre cuyos trazos aparecía un abanico de líneas encarnadas igual al otro. Nuestros aviadores continuó el artillero cortés han tomado esta mañana algunas vistas de las posiciones enemigas.
En el primer piso, bajando del cielo, con vecindad de gatos y vistas magníficas a las tejas y buhardillones, vivía la señorita Obdulia; su casa, por la anchura de las habitaciones destartaladas y frías, hubiera parecido convento, a no ser por la poca elevación de los techos, que casi se cogían con la mano.
Palabra del Dia
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