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Actualizado: 4 de mayo de 2025


Ahora veía claro. ¡Cuan tonta había sido! Pero todos sus propósitos de enmienda desaparecieron por la tarde, cuando recibió la visita de su hermano. Don Juan había jurado en todos los tonos no volver a poner los pies en la casa de su hermana; pero al saber el estado de su sobrino se apresuró a visitarlo. Amaba a Juanito.

Viendo que la Pepa no dijera nada, Peñálvez se atrevió a hablarle y le dijo muy quedo, con su voz más tierna e insinuante: Pepa, ¿no me conoces ya?... Pepa seguía silbando como si no le oyese... Pepa, soy Peñálvez, el escribiente de la policía y amigo de don Lucas. ¿No te acuerdas de cuando iba a visitarlo? Pepa continuaba sin responder...

Entonces tuvo una idea felicísima: hacer con aquel dinero un espléndido donativo al papa Pío IX, cuando fuera a visitarlo a Roma, a principios de otoño.

Sin embargo, es curiosísimo el visitarlo, porque paseándose sobre su seco cauce, se puede estudiar detenidamente la acción del curso de las aguas. Un pequeño sendero que los surcos del labrador destruye cada otoño, y que el tránsito de los caminantes marca de nuevo muy pronto, serpentea sobre la ribera del barranco.

El médico del colegio, que vino a visitarlo, le dijo que tenía una afección hepática, una ictericia, y que era de todo punto necesario que se distrajese, pasease largo, y mejor que a pie, a caballo. Pero don Juan no era jinete, por más que sobresaliese en otros ejercicios gimnásticos, y no quería verse expuesto a ser derribado.

La ciudad de Córdoba, entretanto, estaba agitada por los más extraños rumores; los amigos del joven que ha venido por casualidad en compañía de Quiroga, y que se queda en Córdoba, su patria, van en tropel a visitarlo. Se admiran de verlo vivo y le hablan del peligro inminente de que se ha salvado.

Óyese ruído; Aquilano intenta esconderse entre las ramas de un árbol, pero cae al suelo y se hiere. Esta caída, juntamente con la pena de verse desairado, lo postran al fin en el lecho del dolor. El rey, que aprecia mucho al joven, cuida de su salud con esmero; el médico opina que el sosiego y la tranquilidad contribuirán principalmente á su curación, y excita á varias damas á visitarlo.

A su llegada a Madrid, un microbio local fue a visitarlo con propósitos periodísticos. Parece que ha recorrido usted medio mundo le dijo el microbio local. ... He estado en Francia, en Alemania, en Suiza, en Dinamarca, en Inglaterra, en los Estados Unidos... Grandes países, ¿eh? ¡Quite usted allá! Para un pobre microbio que quiera vivir tranquilamente, el mejor país es España.

Se verían en el camarote de Fernando; lo había pensado aquella misma tarde, pero esperaba la proposición. Tenía deseos de visitarlo. Era indudablemente mejor que el suyo: un camarote en la cubierta de lujo y con ventana grande en vez de tragaluz redondo de los de abajo. Convenido: esta noche iré, después de las doce. Deja abierta la puerta.

De esta manera dejaba ver Híala el collar de las nueve perlas que el Sultán le había ofrecido como uno de los primeros regalos de la boda; collar que, según antigua y verdadera tradición, perteneció al primero de los Omníadas que imperó en Córdoba, Abderramen el-Dajel, que adornó un tiempo el cuello de la Reina Sabah, y que fué el más precioso de los presentes que esta mujer célebre regaló al Rey Soleimán cuando fué a visitarlo, llevada de la fama de su grandeza y sabiduría.

Palabra del Dia

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