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Cuando Aresti salió de la barraca, después de hacer varias recomendaciones á la vieja, vió que le aguardaba en medio del camino un contratista de los más amigos. Iba vestido de flamante pana; sobre el chaleco brillábale una gruesa cadena de oro y calzaba altas polainas fabricadas con la tela impermeable que servía de forro á las cajas de dinamita.

Suspiró, bostezó, se avergonzó de su pereza y tomó la campanilla puesta a su cabecera, en la mesa de noche. Su ama de llaves, vieja ruina, tan canosa y destruida como él, apareció en el umbral. ¿Qué hora es, señora Liebetreu? le gritó.

Es una casa vieja y les aseguro que han venido muchas personas a visitarla en los años que llevo de estar en ella. A través de la pieza se veían las negras y viejas vigas con dos siglos de existencia, mientras en un rincón estaba la anticuada chimenea que presentaba un aspecto confortable y atrayente con su asiento de roble bien lustrado, y la gran olla hirviendo sobre el alegre fuego.

Y la vieja, de pronto, le cogió la mano a Pomerantzev y se la llevó a los labios. El se puso muy colorado, como se ponen los hombres que ya peinan canas y tienen arrugas en la cara, y exclamó con indignación: ¡Vamos, señora, vamos! ¿Se les besa la mano a los hombres? Y salió de la estancia. El corredor estaba mal alumbrado. Pomerantzev marchaba lentamente.

Se encontró con la vieja de la noche anterior, y al verla la dijo: ¿Pero no hay nadie en esta casa? ¿Qué quería usted? No le había visto. ¿Vive aquí el comandante don Carlos Ohando? No, señor, aquí no vive. ¡Muchas gracias! Martín salió a la calle, y embozado y con aire conquistador se dirigió a la posada en donde vivía Bautista.

La cúpula es atrevidísima, cuanto resulta fea y abrumadora la descompasada torre. La Catedral Nueva, comenzada en 1513, no se terminó hasta 1733, y eso que corría mucha prisa acabarla, visto que no cabían decorosamente en la Catedral Vieja los 65 prebendados, 25 capellanes, 24 niños de coro y 12 acólitos que asistían á los oficios cotidianos.

Atónito de la felicidad de esta pobre muger, me volví á ver con mi filósofo, y le dixe: ¿No teneis vergüenza de vuestra desdicha, quando á la puerta de vuestra casa hay una vieja autómata que en nada piensa, y vive contentísima? Razon teneis, me respondió; y cien veces he dicho para , que seria muy feliz si fuera tan tonto como mi vecina, mas no quiero gozar semejante felicidad.

¡Una joven como yo, a los veinticinco años!... ¡Vaya una juventud! Hay que vivir en un medio petrificado como el nuestro, pobre vieja, para no conocer nada de la vida a mi edad... Algunas veces casi me sublevo, pero después se me pasa... Esas ideas no son de usted, señorita. Me parece estar oyendo a la señorita Francisca respondió Celestina escandalizada.

Las alboradas. No podía haber encontrado Barret peor amo. Gozaba en toda la huerta una fama detestable, pues rara era la partida de ella donde no tuviese tierras. Todas las tardes, envuelto en una vieja capa, que llevaba hasta en primavera, con aspecto sórdido de mendigo, y acompañado de las maldiciones y gestos hostiles que dejaba á su espalda, iba por las sendas visitando á los colonos.

Véanse las descripciones que en sus citadas obras hacen de los vestigios de Córdoba la vieja. Estas descripciones pueden hoy servir de utilísima guia para una esploracion detenida de aquel campo, pues en ellas se indican con gran minuciosidad los parages que ocupaban algunos curiosos objetos, torres, cisternas, etc., que hoy ya no se ven, y que sin duda ha cubierto la marea de la llanura.