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Aquella espléndida ruina llama mucho la atencion, pero no interesa como el palacio de verano, porque el viajero llega solo preocupado con lo que tiene el carácter de morisco ú oriental. La primera impresion que se siente al penetrar en el famoso recinto es de desilusion.

Latour, a quien yo he informado de todo lo concerniente a Adela, persiste en dudar de su traición. ¡Que no pueda yo dudar también! En ciertos momentos, no obstante, yo creo... ¡Qué digo yo y cuál no es mi ceguera! Estoy en el caso del viajero que por la noche pierde pie al borde de un abismo espantoso y se ase a lo primero que encuentra.

Al fin, el viajero penetra bajo la alegre sombra, y ahora que es agua, agua verdadera, lo que oye murmurar al pie de los árboles. ¡Pero qué cuidado religioso ponen los habitantes del oasis en utilizar hasta la última gota del precioso líquido!

«Flaqueza de ánimo habrá parecido en , repuso entonces el viajero, la irresolucion que he manifestado para seguir como hasta ahora vuestras huellas; mas les debo tanto á estos lugares solitarios... dejé un dia el arte por la ciencia y ¡ay! no encontré mas que veneno en el fondo de esta engañosa copa.

Se sonrió recordando que cierto día en que llevaba aquel mismo vestido quiso a toda costa jugar al viajero en el desierto, y para esto obligó al pobre muchacho a hacer el papel ingrato de dromedario.

Si fuese poeta, mi armónica lira Podria al amparo del ténue cendal, Y al son de la brisa que mansa suspira Le diera inspirado su acorde final. Si fuese viajero deseara una palma Que sombra tranquila me diese á su pié, Como esa que el velo, con plácida calma, Derrama en la frente que el ojo entrevé.

Se puso el sol. Tras el breve crepúsculo vino tranquila y oscura la noche, en cuyo negro seno murieron poco a poco los últimos rumores de la tierra soñolienta, y el viajero siguió adelante en su camino, apresurando su paso a medida que avanzaba la noche.

El coche había cruzado, mientras tanto, el bulevar Beaumarchais y el de Filles du Calvaire, y llegado al del Temple, sin que el viajero hubiera dirigido una sola mirada a las magnificencias que va presentando París a los ojos del que llega, a medida que se avanza hacia el bulevar des Italiens y el de Capucins, centro vertiginoso de la gran Babilonia y lupanar dorado y perfumado donde acuden a revolcarse, a costa de su oro, el vicio y la locura de los cuatro ángulos de la tierra.

Un hombre de unos treinta años saltó el primero de un sleeping-car, y atravesando el andén antes que la multitud lo invadiese, llegó al carrefour con ese aire seguro y exento de toda perplejidad que anuncia siempre al viajero práctico en añagazas de aduanas, estaciones y caminos de hierro.

Así, cuando se llega á Coblenza, ciudad que ha hecho tan gran papel en la política y la guerra, el viajero se siente bajo la influencia de mil diversas impresiones que le preparan el ánimo para saciar mas y mas su curiosidad. Idea general del país. Coblenza. El castillo de Stolzenfels. El Rin abajo de Coblenza. Colonia; su catedral; las fábricas de Juan María Farina.