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Actualizado: 5 de octubre de 2025
De Europa van a África hombres buenos, que no quieren que haya en el mundo estas ventas de hombres; y otros van por el ansia de saber, y viven años entre las tribus bravas, hasta que encuentran una yerba rara, o un pájaro que nunca se ha visto, o el lago de donde nace un río: y otros van de tropa, a sueldo del Khedive que manda en Egipto, a ver como echan de la tierra a un peleador famoso que llaman el Mahdí, y dice que él debe gobernar, porque él es moro libre y amigo de los pobres, no como el Khedive, que manda como criado del Sultán turco extranjero, y alquila peleadores cristianos para pelear contra el moro del país, y quitar la tierra a los negros sudaneses.
El Manitas, trémulo aún por los recientes peligros, se vio rodeado, empujado, levantado en alto por la ruidosa pillería, y así marchó llevado en triunfo desde la plaza a las Ventas, por el final de la calle de Alcalá, seguido de las miradas curiosas de la gente de los tranvías que cortaban irrespetuosamente la gloriosa manifestación.
En la celeridad no había diferencia ninguna: no se concebía cómo podía un hombre apartarse de un punto en un solo día más de seis o siete leguas; aún así era preciso contar con el tiempo y con la colocación de las ventas: esto, más que viajar, era irse asomando al país, como quien teme que se le acabe el mundo al dar un paso más de lo absolutamente indispensable.
Despertaron algo tarde, volvieron a subir y a seguir su camino, dándose priesa para llegar a una venta que, al parecer, una legua de allí se descubría. Digo que era venta porque don Quijote la llamó así, fuera del uso que tenía de llamar a todas las ventas castillos. Llegaron, pues, a ella; preguntaron al huésped si había posada.
Era un tabernero de las Ventas, gallego, de recia musculatura, corto de pescuezo y rubicundo de color, que había hecho una pequeña fortuna en su tienda, donde bailaban los domingos criadas y soldados. No tenía mas que un hijo, y este muchacho, pequeño de cuerpo y de contextura débil, estaba destinado por su padre a ser una de las grandes figuras de la tauromaquia.
El almirante nos ha dejado un retrato conmovedor de aquella raza infortunada, de su belleza, su bondad, su ilimitada confianza. Y con todo, el genovés ha de satisfacer su avaricia, sus rudos hábitos. Las guerras turcas, los atroces galeones y sus forzados, las ventas de seres humanos, era la vida común de aquellos tiempos.
El ventero, que le vio ir y que no le pagaba, acudió a cobrar de Sancho Panza, el cual dijo que, pues su señor no había querido pagar, que tampoco él pagaría; porque, siendo él escudero de caballero andante, como era, la mesma regla y razón corría por él como por su amo en no pagar cosa alguna en los mesones y ventas.
Claro está apoyó Gregoria, sólo que a esta cabeza dura nadie la convence que para hacer las particiones, hay que vender... Casilda, con mucha calma, preguntó: ¿Me quiere decir mi señor cuñado, qué se ha hecho del producto de las ventas? Pues... el juez se lo dirá a usted y los acreedores de la testamentaría.
En el club, en el teatro, allí donde iba, las gentes hablaban de compras de tierras, de ventas, de negocios rápidos con el provecho triplicado, de liquidaciones portentosas. Empezaban á pesarle las sumas que guardaba inactivas en los Bancos. Acabaría por mezclarse en alguna especulación, como el jugador que no puede ver la ruleta sin llevar la mano al bolsillo.
Por limitadas que sean las ventas en la pulpería de los efectos de consumo diario, habiendo de proveerse de allí todos los del pueblo, y no siendo dable que teniendo dinero de los jornales dejen de comprar lo que apetezcan, pueden computarse las ganancias de este ramo, cuando menos, en 1.000 pesos al año.
Palabra del Dia
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