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Un pequeño grupo de tres insulares fastidiados, acompañados por tres ó cuatro guias, emprendia nada ménos que ir á escalar el Monte-Blanco para sacudir en sus hielos el esplin, pasar por encima del inmenso lomo y descender á los valles del Piamonte.

Levantaos sobre la mas alta de vuestras torres, ciudades españolas: miradme por encima de las cumbres que de os separan, miradme y ved si no trocariais la mejor de vuestras joyas por mis cerros de nacar y mis pintados valles, por la margen de mis arroyos y las orillas de mis rios, por el sol que tiñe de fuego mi horizonte y la luna que cubre mis bosques de misterio.

Una vez más volví a cruzar el Avila, buscando el mar por las laderas de las montañas, desiguales, abruptas, caprichosas en sus direcciones, con sus valles estrechos y profundos.

Sin embargo, no están de más las precauciones como las nuestras, aunque hayan sido tomadas contra las alimañas del monte, sin acordarnos de las vilezas de cierta casta de hombres desconocida en estos honrados valles.

Dueña de una hacienda en los valles próximos a la ciudad y de la panadería del Serrano, tenía en el patio de su casa dos vastos almacenes donde vendía por mayor harina, azúcar, aceite y otros artículos de general consumo. ¡Qué tiempos aquéllos!

¡Quién estuviera allí! ¡Quién bogara como ellos hacia esos valles perdidos en los repliegues de la cordillera! ¡Quién pudiera seguirlos en sus giros misteriosos! A esa hora dormían las aves, callaban los vientos, y sólo se oirían en las vertientes, en los barrancos, en los desfiladeros, el aliento de las selvas, el pavoroso respirar de los bosques.

7 volveos, partíos, e id al monte del amorreo, y a todas sus comarcas, en el llano, en el monte, y en los valles, y al mediodía, y a la costa del mar, a la tierra del cananeo, y al Líbano, hasta el gran río, el río Eufrates.

En caso de quererse poblar puede hacerse en cualquier sitio, separado de las sierras, por causa que en las inmediaciones hay unas grandes y ásperas lomadas, y sus valles sin campo, donde en el menor de ellos por lo profundo, puede ocultarse el número de crecida gente sin ser vistos ni sentidos en una media legua.

Hasta en medio del estío, cuando el soplo de los vientos cálidos ha fundido todas las nieves, enormes montones de hielo, encerrados en los valles altos, constituyen todavía un invierno local, que el contraste hace más raro.

Esos oficiales tan inteligentes, tan correctos, tan irreprochables, y esos soldados tan alegres, tan ordenados, tan pulcros, que estábamos acostumbrados á ver en los restaurants, en los cafés, en los teatros y en los paseos de nuestra bella ciudad capitalina, marchan hoy, resueltos, animosos, decididos, indomables, por las abruptas montañas del Oriente, recorriendo distancias enormes, atravesando valles y cañadas, salvando espantosos precipicios; y siempre firmes, siempre ardorosos, siempre entusiastas, insensibles á la fatiga, inconmovibles ante el peligro, solo tienen una ambición: vencer, y un solo pensamiento: mostrarse dignos de la confianza en ellos depositada.