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Actualizado: 2 de noviembre de 2025
Nadie había visto nada, nadie sabía nada; Pimentó contaba con risotadas brutales cómo se había roto él mismo la cabeza volviendo de la taberna, á consecuencia de su apuesta, que le hizo andar con paso vacilante, chocando contra los árboles del camino; y los dos guardias civiles tuvieron que volverse á su cuartelillo de Alboraya, sin sacar nada en claro de los vagos rumores de riña y sangre que habían llegado hasta ellos.
Yo nada afirmo. Me limito a dudar. Y de lo que dudo es de si en estos sucesos conviene celebrar a Felipe II por circunspecto, prudente y ladino, o si hay más razón para calificarle de vacilante, indeciso y enrevesado en los medios y hasta de pesado y de engorroso, si se me permite lo familiar y bajo del vocablo. Cada cual ve las cosas a su manera. La historia enseña poquísimo.
Raimundo no era tan niño como Castro le suponía, pues contaba veintitrés años cumplidos: pero tenía una figura infantil y delicada que no le dejaba aparentar más de diez y ocho. Su salud era vacilante y quebradiza.
Dimmesdale, observaron que jamás mostró tanta energía en su aspecto y hasta en su modo de andar, como la que desplegaba en la procesión. Su pisada no era vacilante, como en otras ocasiones, sino firme; no iba con el cuerpo casi doblado, ni se llevaba como de costumbre la mano al corazón.
No respondí con voz un poco vacilante. Máximo me miró fijamente como reflexionando. Después dijo de pronto: ¿Son cartas de usted que se le devuelven? Esta vez respondí con resolución: Menos todavía. Máximo me cortaba el paso con insistencia y yo temía que, a fuerza de preguntas, me hiciese hablar más de lo que debía. No me pregunte usted, porque no sabrá nada.
Promesa y amenaza, placer que oculta el llanto, duda cruel, que el alma despedaza. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Sentir el frágil cuerpo deshacerse al peso de la edad agobiadora, y caminar con paso vacilante, mústios los ojos y el cabello cano; y, buscando un apoyo, á cada instante ¡triste tender la temblorosa mano!
Las ropas interiores despegábanse de la carne con un tirón doloroso. La luz del candil, en su llamear vacilante, sacaba de las sombras una eterna nota roja.
Sí, había que decirle la verdad, esto es, la verdad de lo que no había; don Álvaro no había conseguido mayor favor de Ana Ozores, esto era lo cierto». Pero antes de buscar al Magistral, Ana quiso fortificar el espíritu por sí misma. Sentía la fe vacilante, los sofismas vulgares de don Carlos el libre-pensador venían a atormentarla a cada instante.
Volvió a dejar caer la cabeza sobre la almohada, y después de breve silencio dijo con voz apagada y vacilante: Serías muy ingrata ... sí, muy ingrata.... ¡Tu pobre mamá te ha querido tanto!... Dame un beso.... No llores.... No siento dejar el mundo.... Lo que me dolería es que tú, hija de mi corazón ... que tú.... ¡Qué pensamiento tan horrible! ¡Cuánto me ha hecho sufrir!
Las puertas que ponían en comunicación unos salones con otros estaban abiertas, dejando ver, fingida por los espejos, la perspectiva de una galería profunda, encerrada en marcos dorados, formada con imágenes de telas o tapices que, multiplicándose, se reproducían hasta confundir la vista con su último término vacilante y confuso.
Palabra del Dia
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