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Adviértase que el segunde aoristo, y el segundo futuro, están solo en el uso entre los Picunches, y no entre los Guilliches.

¡Jesús, santos y santas del cielo! ¡Qué determinación será esa!... ¡Si querrá también el viejo encerrarla á ella en la misma gaveta como una prenda sin uso!... Aquello de la determinación la tuvo preocupada muchos días. En vano trató de sondear el ánimo del viejo. ¡Ay!

En sus toldos se encontraron cuatro cotas de malla de acero, 58 lomillos y 131 lanzas; 11 de las que en otras ocasiones les habian tomado á los nuestros, y las 20 suyas: dos llaves de fusil del Rey, una plancha de otra, varias menudencias, como algunos frenos chapeados, espuelas de plata, tembladeras y otros chismes de este uso.

Para su imaginación, ésta era la mayor deshonra que puede sufrir un hombre. Al trastornarse su existencia con las agitaciones de la guerra, reaparecían las mismas angustias. Completamente despierto, en pleno uso de razón, sufría un suplicio igual al que experimentaba en sueños viendo su nombre sin honra al pie de un documento incobrable.

El corazón no se cura con los preparados de la terapéutica ordinaria ni con ninguna fórmula de la farmacopea, porque tiene, aparte de su naturaleza física semejante a la de las demás vísceras, otra naturaleza puramente espiritual en el uso corriente de la conversación, que no puede ser influida sino por medicamentos morales.

Hoy hemos dicho que apenas se concibe un barco de vela; sin embargo, nuestro convencimiento en contrario era tan perfecto, como que el día diez y seis sólo habíamos andado doce millas. ¡Y nos faltaban ciento veinte! Indudablemente los barcos de vela quedarán relegados únicamente para el uso de los pescadores de caña y los jugadores al dominó.

Yo no creo que haya tales Cortes dijo Amaranta porque las Cortes no son más que una cosa de figurón, que hace el rey para cumplir un antiguo uso. Como ahora estamos sin rey... ¿Pues no ha de haber? Nada; vengan esas Cortes. Cortes nos han prometido, y Cortes nos han de dar. Pues poco bonito será este espectáculo.

María Ana Camargo usó largamente de aquella libertad de costumbres.

Es lo más breve que puedo decirle para su dirección en el uso que quiera hacer de mis escritos, agradeciéndole cordialmente su buen deseo. Tengo con este motivo el gusto de suscribirme su afectísimo amigo Buenos Aires, agosto 12 de 1881. Después de terminada la publicación de esta obra, he recibido de varios amigos rectificaciones de varios hechos referidos en ella.

Es ya muy viejo, pero conserva perfectamente expedito el uso de todas sus facultades, a pesar de sus ochenta y cuatro años, lo cual se atribuye a su gran sobriedad; dice que jamás ha bebido vino. Esto me ha confirmado en el propósito que yo tengo hecho de no beberlo nunca.