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Actualizado: 25 de mayo de 2025
¡Cicatero! repitió Jacinta . ¡Negarle tres o cuatro mil tristes duros para acabar el piso...!, ¡un hombre que no tiene hijos, que está nadando en dinero! ¡Usted que antes era tan bueno, tan caritativo...! Es que me he vuelto protestante, hereje, y me voy a volver judío, a ver si esta calamidad me deja en paz.
»¡Y dejará esta vida y se eclipsará sin haberme pertenecido! ¡Y el día del Juicio, el arcángel que ha de llamar a Magdalena para convertirla en un serafín como él no le dará mi nombre!... »¡Desventurada Magdalena! Ya va viendo acercarse a su ocaso el sol de su existencia y empiezan a asaltarla tristes presentimientos.
Alfonso volvió el martes, estando con nosotros hasta ayer, y volverá el lunes nuevamente, dejándonos lo menos posible durante estos tristes instantes: su buen corazón me consuela y anima mucho. 14 de julio de 1824.
La oscuridad era grande en ambos soportales, porque los faroles del municipio despedían sus pálidos rayos a respetable distancia. Sólo servían para esclarecer en apartados parajes de la plaza un círculo bastante reducido, produciendo reflejos tristes sobre las piedras mojadas del suelo.
¿Cuáles son las noticias que vienen del lugar donde se ha replegado el general? Es probable que las cartas serán tristes, y que traerán descripciones aflictivas sobre el desórden en que entró la tropa, y la disminucion del convoy.
Ni yo, ni nadie en Italia ha podido gustar de todas esas tristes extravagancias. Las bodas del Pecado y la Muerte, y las culebras que pare el Pecado provocan á vomitar á todo hombre de gusto algo delicado; y su prolixa descripcion de un hospital solo para un enterrador es buena.
En aquellas tristes horas engañaba el insomnio paseándose a ratos por la habitación, a ratos echado y descabezando un ligero intranquilo sueño. Acudían entonces a su memoria las acciones e imágenes de aquel día o de los anteriores, a veces las de fechas muy remotas y que no tenían relación alguna con su situación presente.
Mira, nena decía el ingeniero subiendo de tono en su apasionamiento. Tu voz, tu divina voz es lo que más me conmueve. Yo creo que te quise siempre; desde que te conocí, siendo aún muy niña. Te amaba sin darme cuenta de ello; pero el día en que ví claro, en que supe que te quería, fué escuchando una de esas canciones vascongadas, tan dulces, tan tristes, que parece que cantas con el alma.
Están tan tristes, amigo Giraud, tan tristes, que es difícil ponerse al mismo diapasón que ellas... Por muy afligido que uno esté, teme ofender su dolor al tratar de consolarlas. Sí, señor, es verdad, dijo el criado bajando la cabeza; no tienen consuelo. ¿Y cómo están de salud?
Tantas cosas tristes, tantas reflexiones desconsoladoras inundaban el alma de aquellos valientes, que nadie sentía deseos de hablar.
Palabra del Dia
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