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Actualizado: 22 de junio de 2025


Para que no ocupase silla, tío Manolo llevó a Miguel al escenario. No le pesó de ello; al contrario, los preparativos, el trajín de los artistas, las voces, las risas le llenaban de gozo.

La victoria se detiene en la modesta casa de Melchor Astul, que desde horas antes se apercibe para el viaje proyectado, tarea en la cual han intervenido madre y hermanas, disputándose el éxito en los refinamientos de la previsión, pues en los últimos detalles de un trajín semejante es cuando se corre el riesgo de olvidar lo fundamental: el cepillo de dientes; las zapatillas; el sobretodo por si refresca; el abotonador; la pasta dentífrica; el betún, etc., etc.

Pero en el silencio de la noche, cuando todos dormían, tras el bullir de las cenas o el trajín de los bailes, Lázaro con la cabeza entre las manos, caído a sus pies el libro de rezo y rota la oración en los labios, sentía el alma movida de esos misteriosos efluvios que nunca engendra la piedad religiosa, porque solo brotan cuando saboreamos la esperanza de la propia ventura.

Alegrose mucho Fortunata de que el almuerzo concluyese, porque eso de estar sosteniendo una conversación seria y oyendo advertencias y correcciones no la divertía mucho. Gustábale más el trajín de recoger la loza y levantar la mesa, operación en que puso la mano no bien tomaron el café.

Acabóse el estrépito, por la virtud de un conjuro mío, con la misma rapidez con que se había desatado, y nos fuimos hacia la salona todos juntos y en santa paz, aunque no en silencio. Al llegar Neluco, otro estampido de su hermana, que no cerró boca en toda la noche ni quiso salir de la casona desde que supo el trajín que había en ella. Cabalmente se perecía por esas cosas, y la mataba la quietud.

Como no estuviese enfermo, asistía puntualmente a clase, y era de los que traían mayor trajín de notas, apuntes y cuadernos. Entraba en el aula cargado con aquel fardo, y no perdía sílaba de lo que el profesor decía. Era de cuerpo pequeño y no bien conformado, tan endeble que parecía que se lo iba a llevar el viento, la cabeza chata, el pelo lacio y ralo.

Adelantaba la limpieza del desván: Manolita, con sus brazos nervudos, manejaba los trastos; Rita los clasificaba; Nucha los sacudía y doblaba esmeradamente; Carmen tomaba poca parte en el trajín, y menos aún en la jarana: dos o tres veces se eclipsó, para asomarse a la galería sin duda. Las demás le soltaron indirectas. ¿Qué tal está el día, Carmucha? ¿Llueve o hace sol?

El decreto de 5 de Agosto de 1850 previene en su particular sexto que los chinos destinados al fomento de las haciendas no podrán dedicarse á otra clase de trajín, comercio, ni oficios mecánicos.

Pero sus fuerzas estaban agotadas con tanta menuda y enfadosa ocupación, y gozaba con voluptuosidad de un corto momento de reposo, en espera del trajín del día siguiente. Caíansele ya blandamente los párpados, cuando se abrió la puerta con violencia, haciéndole dar un brinco en la butaca.

Y como ya es de noche y me siento fatigado por el precipitado trajín, por el viaje, por el cansancio, me retiro a casa con ánimo de acostarme. Sin embargo, no parece bien que estando Sarrió en Madrid, yo me acueste tranquilamente sin haberle visto. Por lo tanto, no me acuesto. Es posible me digo que vaya al teatro esta noche. ¿A qué teatro? ¿A un teatro honesto o a un teatro levantisco?

Palabra del Dia

rigoleto

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