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Manín, hombre, repara que estás molestando a esas señoras le decía a lo mejor hallándose ambos en cualquier tienda. Bueno, bueno; pues si quieren estar a gusto, que traigan de casa un jergón y se acuesten respondía el bárbaro en voz alta. D. Pedro se mordía los labios para no soltar el trapo, porque le hacían extremada gracia tales groserías y brutalidades.

Decid más bien, que habéis estado muy entretenido. Pero cerrad bien la puerta, padre Aliaga, cerradla bien, que tenemos que hablar cosas que no conviene que las oiga nadie. Dejad, antes es necesario que nos traigan luz; ya ha obscurecido. Y decidme, ¿hay por aquí algún lugar donde yo me obscurezca, de modo que no me vea el que traiga la luz? ¿Y qué os importa que os vean ó no?

¡Zángano!... ¡mala puñalada te mate!... bramaba Mauricia, que ya tenía pocas fuerzas y había caído al suelo . ¡Un sacerdote pegando a una... señora! Que le traigan su ropa gritó Sor Natividad . Pronto, pronto. Me parece mentira que la veré salir... Mauricia ya no se defendía. Había perdido su salvaje fuerza; pero su semblante expresaba aún ferocidad y desorden mental.

Aquí todo se sabe, y aunque no se supiese, es lo mismo. Después, cuando llegamos a Buenos Aires, se dan importancia por las bondades que una ha podido tener en el buque con ellos, y lo cuentan, y es inútil que se traigan buenas toilettes de París y que una mujer se presente bien.

Le mando que venga aquí para que me acompañe mientras estoy en la cama, porque tengo mucho miedo, y para que no se aburra, hago que le traigan una botella de cerveza y le permito que venga su amigo a hacerle compañía». Ballester se asomó a la puerta entornada para ver a la pareja.

412 Más que yo y cuantos me oigan, más que las cosas que tratan, más que los que ellos relatan, mis cantos han de durar; mucho ha habido que mascar para echar esta bravata. Brotan quejas de mi pecho, brota un lamento sentido; y es tanto lo que he sufrido y males de tal tamaño que reto a todos los años a que traigan el olvido.

Di allá en la posada que me traigan aquí la mula. Cumplió don Eugenio el encargo diligentemente, y a poco ambos eclesiásticos, envueltos en cumplidos montecristos, atados los sombreros por debajo de la barba con un pañuelo para que no se los llevase el viento fuerte que corría, bajaban el repecho de la carretera al sosegado paso de sus monturas.

, señora: pero es el caso que se ha dejado su manto. Esperad, que ya volverá: cuando vuelva la decís que la despido, y que Bustillos corra con lo necesario para enviársela á su padre, con una carta en que se diga por qué la vuelvo. Muy bien, señora. Haced que me traigan algo que sirva para pegar papel. Trajeron á la duquesa almidón cocido. ¿No almuerza la señora? No. La dueña salió admirada.

Todos tenían excitado el apetito por el paseo y el baile, y miraban con el rabillo del ojo la puerta por donde entraban las criadas. Señores, tendrán ustedes que perdonar decía doña Manuela con aire de castellana hospitalaria . Estamos en el campo y hay que conformarse con lo que traigan. Aquí no se pueden hacer milagros. En fin, harán ustedes penitencia.

Maltrana, en estas noches de silenciosa y reconcentrada hambre, veía entrar, como mensajeros de alegría, a ciertos correligionarios de fuera de Madrid, ganosos de dejar buen recuerdo en la redacción. ¡A ver! Que traigan café para los chicos... y todo lo que quieran.