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En instante tan supremo, las mujeres que quedaban á la orilla redoblaron sus lamentos, abrazaron á sus hijos, á sus padres, á sus hermanos, á sus amigos, y se confundieron todos en un solo torrente de lágrimas. Hay situaciones, lector amigo, que no á todos es dado describir, y ésta es una de ellas.

El autor caminaba despacio, con largos titubeos, pero cuando avanzaba el pie, lo ponía en firme, como hombre a quien guían y llevan del brazo todos los sabios de la tierra. La erudición corría como un torrente por la parte baja del libro. Amontonábala Maltrana con una facilidad exenta de escrúpulos.

Y sin embargo fué preciso ceder al nuevo torrente y adoptar la arquitectura exótica.

De este noviazgo imprevisto se habló bastantes días en la villa. Apenas entró nuestro señorito en amores francos con la hija de D. Marcelino, principió á desbordarse de su fantasía el torrente de emociones vagas y refinadas, sentimientos alambicados y caprichos extravagantes que allí habían ido formando depósito.

El torrente trabaja sin descanso para formarse un cauce, y, rebajando los salientes y llenando de arena y arcilla los agujeros de la roca, ha conseguido determinar una parábola regular, parecida á la que describe un carro bajando desde lo alto de una montaña rusa. #La gruta#

Un torrente de lágrimas salió de mis ojos al pronunciar estas palabras: un torrente de lágrimas dulces, como son siempre las del agradecimiento. Después, más sereno y animoso, senteme en el fatal banquillo, y seguí contemplando la ciudad, que empezaba a romper las brumas que la envolvían para recibir de nuevo las caricias del sol.

Don Mariano sintió que un torrente de palabras irritadas y coléricas se le agolpaban a la garganta, pero no pudo darle salida. Lo único que hizo fue echarle el impermeable encima a su hija, dejando escapar una especie de gruñido de elocuencia conmovedora. Cesó de llover al fin.

Años y más años pasaron, llevándose como un torrente sus deseos y sus energías hacia riberas que no eran precisamente las de la ternura. Si alguna vez recordaba los episodios de sus principios en Val-Clavin no era sino para reírse desdeñosamente de ellos como hace el hombre maduro con las locuras de la juventud.

La mayor parte del populacho se precipitó como un torrente en pos de ellos. Aguirre se había retirado hacía más de una hora, y Ramiro, bajando del taburete, se confundió con la muchedumbre, avanzando luego, sin ideas, sin designios, cual trágico despojo que arrastran las olas.

Podía ser América... ¡pero llegaban sus fuerzas con tanta lentitud! ¡eran tan grandes los obstáculos!... Algunos batallones del ejército permanente americano habían desfilado ya por París. Después transcurrían los meses sin que el hilillo continuo de auxilios se convirtiese en torrente. En toda la Costa Azul veía Toledo militares heridos de diversos países.