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Actualizado: 11 de junio de 2025


Toda la torpeza de Tellagorri hablando castellano se trocaba en facilidad, en rapidez y en gracia cuando peroraba en vascuence. Sin embargo, él prefería hablar en castellano porque le parecía más elegante.

Además, la duda le hizo temblar interiormente. ¿Sabría valerse de esta arma primitiva?... Recordaba las risas de Flor de Río Negro comentando su torpeza; pero al evocar igualmente los alegres paseos con ella y verla ahora en tan angustioso peligro, sintió renacer su dura voluntad.

»Vas a cambiar de género de vida, de hábitos y costumbres, hasta de ambiente respirable, que no son iguales las auras puras de estos campos cercanos, al aire viciado de la ciudad. Aquí, por más que haya doblez y engaño, no son la maldad tan refinada ni la hipocresía tan astuta; allí la cortesanía hace el daño más hondo y más disimulada la torpeza.

Manejaba con torpeza la cerrada sombrilla, y de vez en cuando miraba con ansiedad la doble cadena de oro que descendía del cuello a la cintura, como si temiese la desaparición de un regalo largamente solicitado. Rafael dejó de examinarla para fijarse en su señora.

En carnaval era el que ponía las mazas a todo el mundo, y aun las manos encima si tenían la torpeza de enfadarse; si era descubierto hacía pasar a otro por el culpable, o sufría en el último caso la pena con valor, y riéndose todavía del feliz éxito de su travesura.

Al no poder vengarse Momaren del revolucionario Ra-Ra, que andaba fugitivo, quería saciar ahora su odio en el pobre Hombre-Montaña. Además, su vanidad de autor atribuía una intención malévola al pobre gigante, el cual, por simple torpeza, había interrumpido su fiesta literaria.

No sabes decía riendo Alicia . Cuidado, que me pinchas. ¡Qué torpe! Pero él acabó por sentirse contento de su torpeza. Acariciaba el desnudo brazo con sus dedos, se estremecía al rozar aquel pliegue de la carne que guardaba en su sombra aterciopelada cierto misterio sexual. ¡Quieto! chilló ella . No vuelvas á las andadas; mira que me enfado... Bien está así... ¡Vámonos!

¡Igual que le ocurrió á Gulliver! se dijo el ingeniero . Debo estar soñando, á pesar de que me creo despierto. Y para convencerse de que no dormía, quiso mover su brazo derecho. Aún perduraba en él la torpeza sufrida en la noche anterior. Se acordó de las picaduras y de la parálisis que se había extendido luego por sus miembros.

Cometí la torpeza de manifestarme tentado por estas palabras, y respondí al instante: En lo que á concierne, señorita, se engaña, porque mi familia ha tenido el honor de haberse aliado con la suya, y recíprocamente.

Para reparar un poco la torpeza se puso a contarles lo que había pasado el día anterior en el Ayuntamiento, con tales pormenores, que Mariana no tardó en bostezar como una bendita que era, y D.ª Esperanza se enfrascó en su bordado y dió señales de estar pensando en cosas muy distintas. Esperancita terminó por hacer una seña a Castro para que se acercase.

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