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El Magistral, Ripamilán, don Víctor, don Álvaro, el Marqués y el médico llevaban el peso de la conversación general; Vegallana y el Magistral tendían a los asuntos serios, pero Ripamilán y don Víctor daban a todo debate un sesgo festivo y todos acababan por tomarlo a broma.

No lo tengo; ¡cómo he de hacer, si no lo tengo! pronunció Lucía acongojada, preñándosele de lágrimas los ojos. Tendrá usted que tomarlo en la primera estación, y pagar multa. Y el empleado gruñó más fuerte.

El ex gobernador no descendía, empero, a confundirse con los ciudadanos; la obra de tantos años de paciencia y de acción estaba a punto de terminarse; el período legal en que había ejercido el mando le había enseñado todos los secretos de la Ciudadela; conocía sus avenidas sus puntos mal fortificados, y si salía del Gobierno, era sólo para poder tomarlo desde afuera por asalto, sin restricciones constitucionales, sin trabas ni responsabilidad.

Mandole también en otra ocasión que cuando soltase alguna palabra obscena, besase inmediatamente la tierra: esta la cumplió, con no poca risa y algazara de los compañeros, pues cuando se hallaba más embebecido en el juego y se le escapaba cualquier palabra de aquéllas, se bajaba rápidamente a dar un beso en el suelo; mas él no se ruborizaba y llegó a tomarlo a risa como ellos.

Antes se vea azotado por mano del verdugo Bartolomé Estéban Murillo, que vuelva ese lienzo á pisar los umbrales de la comunidad, si vuestras reverencias no han de tomarlo á enojo. No valieron ruegos, ni súplicas. Á los pocos instantes Murillo salia del convento con su grande obra. Ignoro qué hizo de ella.

Yo puedo sacar a un deudor la cerilla de los oídos y se la saco, si no encuentro otro medio de cobrar, para lo cual soy muy listo; pero no se me ocurre que haya en lo humano un medio para hacer tomar dinero a una persona que no quiere tomarlo; lo cual afortunadamente es muy raro. Pero ¿qué razones dio a usted doña Gregoria?

Además, con la manía que ya usted me conoce de tomarlo todo en serio, las considero como un matrimonio tan caro como los legales, que satisfacen menos aunque suelen ser más felices y a veces más difíciles de romper: lo que prueba una vez más hasta qué punto somos los hombres aficionados a los vínculos viciosos.

Pero al jueves siguiente, Alvaro Peña dejaba descansar a don Benigno y «se metía» con el capellán de las monjas, publicando de él una semblanza en verso, en que se hacía muy graciosa mención del matrimonio de las copas de ginebra con los vasos de vino blanco. Le tocó entonces enfurecerse a don Segis, y tomarlo con calma a don Benigno.

No me hagas tan tonta... No de dónde ha sacado usted... Para que lo sepa de una vez: No tengo nada. Me daría si me viera en una necesidad. Me ha ofrecido... pero yo no he querido tomarlo. Iba doña Lupe a soltarle otra andanada. «Valiente turrón te ha caído, grandísima idiota.

Tratándose de tomar lengua para saber cómo estaban los enemigos, se acordó que saliese un soldado por la parte de levante de las galeras y se fuese la vuelta de las trincheas de los enemigos, como que se pasaba á ellos, como lo hacían otros cada hora, para salir con los caballos y tomar alguno de los que saliesen á tomarlo, que estaban ya tan arregostados los turcos de los que se iban, que en viendo ir uno la vuelta de las trincheas, no salían 20 á tomarle.