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Actualizado: 6 de mayo de 2025


GALLINA DORADA. Después de cocida la gallina, se envuelve en lonjas de tocino, se atan y se pone al asador a fuego lento; después se quitan las lonjas y sola la gallina se deja un ratito a dorar; cuando tiene color se unta con yema de huevo batido, y con la yema que sobre y el jugo que haya soltado la gallina se hace una salsa para servirla a la vez.

Y diciendo esto sepultó un panecillo, y el otro, otro. Pues ¿las mujeres? Ya daban cuenta de un pan, y el que más comía era el cura, con el mirar sólo. Sentáronse los rufianes con medio cabrito asado y dos lonjas de tocino y un par de palomas cocidas, y dijeron: -Pues padre, ¿ahí se está? Llegue y alcance, que mi señor don Diego nos hace merced a todos.

-Resolvámonos, cuerpo de -dijo Sancho-, y dígame finalmente lo que tiene, y déjese de discurrimientos, señor huésped. Dijo el ventero: -Lo que real y verdaderamente tengo son dos uñas de vaca que parecen manos de ternera, o dos manos de ternera que parecen uñas de vaca; están cocidas con sus garbanzos, cebollas y tocino, y la hora de ahora están diciendo: ¡Coméme! ¡Coméme!

Aresti conocía aquella alimentación; alubias y patatas con un poco de tocino. El arroz, sólo era buscado cuando la patata resultaba cara. Además, colgaban del techo bacalao y trozos de tasajo americano entre grandes manojos de cebollas y ajos.

Y el domingo, se le fue encima a Loppi, que volvía con su morral a cuestas. ¡Mal marido, mal hombre, mal compañero! ¡que me vas a matar a pescado! ¡que de verte el morral me da el alma vueltas! Y ¿qué quieres que te traiga, pues? dijo el pobre Loppi. Pues lo que comen todas las mujeres de los leñadores honrados: una sopa buena y un trozo de tocino.

Diciendo esto, tomamos el cuchillo y partimos bocaditos, y al cabo decimos: ¡Oh, qué bien huele! Cierto que haría agravio a la guisandera en no probarlo. ¡Qué buena mano tiene! Y diciendo y haciendo, va en pruebas el medio plato: el nabo por ser nabo, el tocino por ser tocino, y todo por lo que es.

Cierto que de eso vivimos, y de las enfermedades; pero, a pesar de todo, preferiría privarme de muchas cosas y no comer nada más que una tajada de tocino y un trozo de pan moreno, a tener que ser testigo de los sufrimientos del prójimo. El marqués interrumpió sus clamores. Vaya, doctor le dijo, que la ocasión no es la más oportuna para filosofar.

Si se compraba aceite de por junto, carbón o tocino, escondíamos la mitad, y cuando nos parecía decíamos el ama y yo: "Modérense vuestras mercedes en el gasto, que, en verdad, si se dan tanta priesa, no baste la hacienda del rey.

Si se compraba aceite de por junto, carbón o tocino, escondíamos la mitad, y cuando nos parecía, decíamos el ama y yo: -Modérese V. Md. en el gasto, que en verdad que si se dan tanta prisa no baste la hacienda del Rey. Ya se ha acabado el aceite o el carbón. Pero tal prisa le han dado. Mande V. Md. comprar más y a fe que se ha de lucir de otra manera. Denle dineros a Pablicos.

Ya vendrá, que lo están haciendo de Madrid á Francia, y la máquina nos pasará por entre las barbas, como, quien dice. Pues no les arriendo las ganancias á los posaderos y muleteros. El mayoral de la otra casa hará sacristan si quiere yantar judías y buen tocino. Quién dijo tal! Usté no entiende el cuento. Pero si todo pasará tan de ligero, quién se ha de apear en Guadarrama!

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