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Mi cuñado, sin considerar si el barco podía salir o no, se fue corriendo a su camarote, se encerró en él y se pegó un tiro. ¡Qué atrocidad! Era un hombre tan delicado, que al pensar que pudieran echarle a él la culpa, se le amontonó el juicio y cometió esa locura.

Juanito, que ya se había tendido en el sofá, se incorporó un poco y dijo: ¿Ha oído Vd.? Parece que ha sonado un tiro a lo lejos, en la calle. Será algún cazador que vuelve del monte y habrá disparado la escopeta a la entrada del pueblo. El niño, que sin duda no quedaba satisfecho con aquellas explicaciones, añadió: No, no, abuelito; yo oigo gritos y voces: algo sucede.

Ahí va, don Jacinto, ahí va, agárrelo, ahí va y Caparrosa tiró su peso con tal maestría, que don Jacinto lo cazó en el aire, ni más ni menos que un gato caza una mosca al vuelo.

El mayoral hizo chasquear la fusta sobre los cuatro caballos del tiro y el carruaje partió camino de París. El día siguiente a las ocho de la mañana estaba ya instalado en el colegio. Entré el último para evitar la oleada de alumnos y no hacerme examinar en el patio con esa mirada no siempre benevolente que son observados los recién llegados.

Lo hombre han de zer hombre siempre. ¡Que lo diga y le daré una piztola para que nos peguemo un tiro! ¡Y zi viene el papá, ze lo pego al papá, canazto! ¡Y zi viene el hermano, ze lo pego al hermanito! ¡Y zi viene el abuelito, al abuelito! ¿EztamoLos chicos quedaban petrificados de terror.

Un gabinete colgado de seda azul con botones de oro precedía a la alcoba de la joven desposada. En él se detuvo al regreso de la iglesia, tiró su albornoz, descubrió la adorable cabeza y se dejó caer en un sillón cual si se sintiese cansada y aburrida de las ceremonias del casamiento; entretanto su marido se calentaba los pies junto a la chimenea.

Blanca no consentirá en casarse con el primero que se presente; quiere un marido... Que se parezca a ti; lo dice muy alto. Fue esto dicho negligentemente y sin la menor intención aparente, pero el tiro había dado en el blanco. Raúl aguzó el oído, y dijo tratando de leer en el pensamiento de su madre: ¿Decididamente, no tienes ninguna idea?

Túvolos así un rato suspensos Roque, pero no quiso que pasase adelante su tristeza, que ya se podía conocer a tiro de arcabuz, y, volviéndose a los capitanes, dijo: -Vuesas mercedes, señores capitanes, por cortesía, sean servidos de prestarme sesenta escudos, y la señora regenta ochenta, para contentar esta escuadra que me acompaña, porque el abad, de lo que canta yanta, y luego puédense ir su camino libre y desembarazadamente, con un salvoconduto que yo les daré, para que, si toparen otras de algunas escuadras mías que tengo divididas por estos contornos, no les hagan daño; que no es mi intención de agraviar a soldados ni a mujer alguna, especialmente a las que son principales.

Muchos días buenos salía de pesca o de paseo; otros iba de caza o montaba a caballo. Esta vez no había traído más que dos, uno de tiro para un tílburi, y otro magnífico de silla. El secretario, cuando iba de paseo, montaba en uno que don Rosendo había puesto a su disposición. Con la familia de éste mantenía cordiales relaciones; pero sólo había ido a Tejada tres veces en quince días.

Y cuando no se oyeron ni los pasos ni la voz del tío, y el joven se vió solo, frente al río que arrastraba sus aguas negras, en medio de la obscuridad, con rumor siniestro, desprendió el chaleco, abrió la camisa, y sobre la piel que despedía el dulce calor de la vida, colocó la boca del arma, en el sitio en que sus dedos vacilantes, sintieron agitarse más el corazón... Salió el tiro, la sangre tibia brotó mansamente y Quilito experimentó un escozor vivísimo... pero la vida no quería soltar su presa, porque él veía, pensaba, sentía aún.