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Para un inteligente de los que se sientan embozados en la escalerilla del paraíso del Teatro Real, es posible que no fuese la cantante un prodigio de maestría en el atacar, filar y trinar las notas; mas para los que no se ven atormentados por escrúpulos filarmónicos, puede afirmarse que cantaba muy bien y que poseía especialmente una voz hechicera, de timbre apasionado que llegaba hasta lo profundo del alma.

¿Traía el sello? replicó parándose de pronto . Entonces me la han suplantado dentro de mi misma casa. ¡, !... Aquí me la han suplantado.... No sabéis entre qué canalla estoy metido. Necesito tener cien ojos.... Y cada vez más enfurecido fué a apretar el botón del timbre. ¡Ahora verán! Arbiol dirigió una mirada a sus compañeros y alzó los hombros con desprecio.

Amaban la religión, porque éste era un timbre de su nobleza, pero no eran muy devotas; en su corazón el culto principal era el de la clase, y si hubieran sido incompatibles la Visita a la Corte de María y la tertulia de Vegallana, María Santísima, en su inmensa bondad, hubiera perdonado, pero ellas hubieran asistido a la tertulia.

El timbre de que se sirve habitualmente la señora de Laroque para llamar á sus criados se hallaba á mi alcance sobre la mesa: apoyé el dedo en él. Un criado entró casi al momento. Creo le dije, que la señorita Margarita tiene órdenes que darle. A estas palabras que había escuchado con una especie de estupor, la joven hizo violentamente con la cabeza un signo negativo y despidió al criado.

Pero ya que no la flauta, tenía la pluma: la pluma, que no hacía ruido, sino muy leve, al rasguear sobre el papel con aquellos perfiles y trazos gruesos, enérgicos, en claro-oscuro sugestivo, equivalente al timbre de una puerta o de una placa.

Dos días después sonó por la mañana el timbre de su puerta. ¡Una visita! Avanzó hacia él un soldado, un pequeño soldado de infantería de línea, tímido, con el kepis en la diestra, balbuceando excusas en español. He sabido que estaba usted aquí... Vengo á...

Me era imposible esperar hasta mañana, porque el señor de Maurescamp, naturalmente, no me escribirá... Por eso, le he rogado a Luis, el viejo sirviente del señor de Lerne, que me envíe un despacho, así que todo haya terminado. La señora de Latour-Mesnil, anonadada, no contestó sino por un movimiento indeciso. En ese momento sintieron el timbre del vestíbulo que daba a la habitación del conserje.

Agarrado con irresistible presión como siempre a sus ideas, su marido no quiso escucharla, oponiendo a todas sus razones una actitud altiva y desdeñosa. Comió poco y estuvo sombrío y silencioso mientras duró la cena. Cuando habían llegado a los postres sonó el timbre de la puerta. El criado fue a abrir y entró después sin decir nada. ¿Quién llamaba?

En el fondo había un edificio de aspecto monacal, fachada ennegrecida por el tiempo y ventanas cubiertas con persianas, como ojos cerrados, y al que se subía por una escalera de cuatros escalones verdosos á causa de las lluvias. Marenval llamó y un timbre resonó en la casa turbando el silencio con un ruido sacrílego.

Pero la obra de Rufino Cuervo será un timbre de honor para su patria y para nuestra raza. Si he consignado algunos nombres, si me he detenido en algunas de las personalidades más notables en la actualidad, es porque, habiendo tenido la suerte de tratarlas, entran en mi cuadro de recuerdos.