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Actualizado: 28 de julio de 2025


De acuerdo con lo ya expuesto, el previsor y hábil Tiburcio lo preparó todo de la manera más conveniente, para que la partida de Morsamor no fuese con lágrimas humillantes y amargas, como nacidas de desdenes, sino con alegría, y hasta con cierto estrépito y alborozo según a un héroe y futuro conquistador correspondía y cuadraba.

Muerto Balarán, y sabiendo ya Babur por sus esculcas las apenas creíbles hazañas de Miguel de Zuheros, iba, según anunciaba Tiburcio, a recibirle con palmas y laureles.

¡Vaya una advertencia! exclamó Sandoval; si habrá confianza en la cuadrilla, ¿eh? Y ¡qué versos! Don Tiburcio convertido en redondilla, ¡dos piés, uno más largo que otro entre dos muletas! Si los ve Isagani, ¡los regala á su futura tía! ¡Aquí está Isagani! contestó una voz desde las escaleras.

Miguel de Zuheros, sin embargo, no persistía en cavilar sobre estas cosas cuando notaba la sencillez y la naturalidad con que Tiburcio, sin hacer gala de su ciencia, la mostraba si era menester, y afirmaba haberla adquirido por medios y caminos, no raros y reprobados, si no lícitos y vulgares.

Deseo que lleves en tu compañía a alguien de toda mi confianza, que sabrá, sin duda, conquistar la tuya y que vendrá a ser como tu criado, paje, escudero y secretario todo en una pieza. ¿Y quién va a ser ese acompañante que me designas? El hermano Tiburcio que está presente contestó el Padre Ambrosio . Más gana tiene él de correr mundo que de estar metido en su celda.

Tal vez la música del porvenir llegue en Europa, dentro de cuatro siglos o antes a tener eficacia parecida, mas por ahora distamos mucho de ello. Donna Olimpia estaba tan absorta oyendo el trompeteo y contemplando la danza, que no contestó palabra alguna. La observación de Tiburcio era, sin embargo, muy atinada aunque incompleta.

Palidez mortal cubrió su rostro. A los pocos instantes cayó como herido del rayo. Y sin duda hubiera dado en tierra de golpe, si el Padre Ambrosio y el hermano Tiburcio, apercibidos ya para el caso, no le hubiesen sostenido. Todo el cuerpo de Fray Miguel, adquirió de súbito una rigidez más que cadavérica. No parecía ya de carne sino de madera o de barro.

Y de allí zarpó la magnífica armada de dieciocho bajeles, tan poderosos y bien artillados que, como dice Gil Vicente en su auto, no podían menos de hacer temblar al turco. A poco de la partida de la Infanta doña Beatriz, la corte se fue a Cintra, deliciosa residencia de verano. Morsamor, como gran forastero, siguió a la corte, acompañado de su doncel Tiburcio.

Los más desalmados aventureros y los menos favorecidos de la suerte, acudían a Tiburcio, esperando por su medio ganarse la voluntad de Morsamor y embelesados por lo pronto por el alegre carácter, burlas y chistes de aquel doncel atrevido.

Algunas bromas de Tiburcio, dichas sin duda irreflexivamente y para reír, ofendían y herían a Morsamor en lo íntimo de su conciencia y le ponían de un humor de todos los diablos.

Palabra del Dia

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