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Actualizado: 10 de julio de 2025


El tiempo se descompuso, en efecto; el cielo blanco se tornó plomo, y en las horas más calientes se transparentaban en el horizonte lívidas orlas de cúmulos. El termómetro a 39 y el viento norte soplando con furia, trajeron al fin doce milímetros de agua, que Fragoso aprovechó para su maíz, muy contento. Lo vió nacer, lo vió crecer magníficamente hasta cinco centímetros, pero nada más.

La voz ronca del padre decía: Está demasiado agitada. Es necesario tranquilizarla. ¿No tiene fiebre? La voz fina de la madre contestaba: Parece que no; ahora le pondremos el termómetro... ¡Pobre chica!... ¡Tiene demasiada imaginación para su estado!... Ha soñado curarse... Habla de curarse... Yo creo que tejer no le haría mal. Habrá que consultar al médico.

Sobre todo esto, para ir a misa o a cualquier otra ceremonia o visita de cumplido, se pone mi paisano la capa. Sería una falta de decoro, casi un desacato, presentarse sin ella aunque señale el termómetro treinta grados de calor. En efecto, la capa, como toda vestidura talar y rozagante, presta a la persona cierta amplitud, entono y prosopopeya.

En vuelta de su baño, el perro se sentaba de nuevo, viendo aumentar poco a poco el viento, mientras el termómetro, refrescado a 15 al amanecer, llegaba a 41 a las dos de la tarde. La sequedad del aire llevaba a beber al fox-terrier cada media hora, debiendo entonces luchar con las avispas y abejas que invadían los baldes, muertas de sed.

Es curiosa la lucha entre ese carácter y la desapiadada lentitud de la Naturaleza del Norte, murallas de obstáculos terribles. Apenas ha abandonado el puerto de partida cuando le acosan los fríos, viéndose precisado á invernar por espacio de seis meses entre hielos. Y en plena primavera marca el termómetro en aquellas latitudes ¡setenta grados bajo cero!

Son las cuatro de la tarde del tres de Octubre de 1879 ... 37° marca el centígrado, y doscientas y pico de muertes acusa la fúnebre estadística de la última semana, siendo originadas en su mayor parte por una fiebre que los médicos llaman no cómo, ni me importa, pero que yo le doy el nombre de fiebres termométricas, pues be observado que en casa donde un doctor aplica un termómetro, hay una baja en la vida, un pedazo de mármol menos en los talleres de Rodoreda, y una página más en los registros trienales de Paco.

Los pueblos republicanos no necesitan para medir su prosperidad y su crédito de otro termómetro que el de la libertad y la opinión.

Está demostrado que la política española, sometida a una temperatura de cuarenta grados, se descompone por completo. Quizás ocurra también lo mismo con la política inglesa, por ejemplo; pero ¿cuándo marca el termómetro cuarenta grados en Londres? Decididamente, habrá que cerrar el Congreso si no queremos que se declare en Madrid, y que se extienda luego por el mundo, una nueva epidemia hispánica.

Me desperté, y volví a soñar: el tal salón de baile estaba frecuentado por los muertos diarios de una epidemia. El traje blanco de María Elvira era un sudario, y yo era la misma sombra de antes, pero tenía ahora por cabeza un termómetro. Eramos siempre La meningitis y Su Sombra. ¿Qué puedo hacer con sueños de esta naturaleza? No puedo más.

Aquí reinaba el verano, un verano patagónico, violento y ardoroso, sobre una tierra que rara vez conoce las lluvias y en la cual todas las estaciones son extremadas, descendiendo el termómetro durante el invierno muchas unidades por debajo de cero. La tierra yerma parecía temblar bajo el sol.

Palabra del Dia

buque

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