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Actualizado: 31 de octubre de 2025


¿Y á dónde vamos, señor? dijo Esperanza, saltando casi vestida de la cama. A París. ¡A París! , á una hermosa ciudad... muy noble y muy populosa... que vale algo más que Madrid. ¿Y allí no os conocen? , por cierto; pero en París es difícil encontrarse con los conocidos. ¿Pero vos no podéis estar siempre en París? No; pero iré á verte largas temporadas.

Había llegado Obdulia a los veintiocho años sin que hubiera tenido más que unos amores, cuando contaba diez y siete. Fue novia de un mancebo de Lancia que pasaba en Peñascosa largas temporadas en casa de unos amigos. Llegaron estos amores a formalizarse. Se habló de boda, se hizo ropa la novia, se fijó la época.

El fenómeno que ofrecían Serafina, Julio y Gaetano, era tan admirable como si las golondrinas se hubieran quedado a pasar un invierno entre nieve. Sólo que de las golondrinas no se hubiera hecho comidilla para decir que las alimentaban los gorriones, por ejemplo. Y de la larga estancia de los cómicos, contratados unas temporadas, otras no, se decían horrores.

Al cabo se quedó con la empresa uno solo, comprando las representaciones de los otros dos con un ochenta por ciento de merma. Este sujeto, un tal Barraganes, rematante de arbitrios, la explota desde entonces arañando por encima y ocupando en las labores, sólo a temporadas, cuando más, ocho obreros cuyo hallazgo le cuesta un triunfo.

En su primera mocedad, y, a pesar de su cojera, había gozado de mejor salud relativa, y había podido pasar largas temporadas en Viena, asistiendo a las aulas y dedicándose al estudio. Empeoró después su salud y se encerró tan obstinadamente en el castillo, que nunca salía de él y acompañaba siempre a su madre.

Y proclamemos, de cara al Destino y ante cañones de gruesos calibres, que existe un nuevo derecho divino: el de los pueblos a ser todos libres. Y antes que el tiempo nuestra espalda encorve, pueda la patria de tu amor, Rizal, bajo el glorioso luminar del orbe, levantar su bandera nacional. Manileño. Residió largas temporadas en la metrópoli, forzado algunas veces por su profesión militar.

Miguel había tirado algunas temporadas el sable y el florete: su contrario no conocía al parecer más que esta última arma; pues hubo que advertirle por los padrinos que no levantase la mano izquierda, y la colocase detrás de la espalda. Pero esto mismo le hacía muy peligroso, porque en vez de hacer uso del filo, alargaba a cada instante la punta del sable, manteniendo a Miguel fuera de distancia.

Prosiguió, pues, su vida de holganza, mayor aún desde que no tenía siquiera la obligación de mirar de vez en cuando los libros de jurisprudencia. Sólo la entretenía dedicándose a temporadas al cultivo de ciertos oficios manuales, y con la lectura de las obras románticas entonces muy en boga. Se hizo hábil ebanista, no tanto como su padre; luego le dio por la relojería.

En las largas temporadas que D. Fadrique pasó en la India se aficionó mucho á la dulzura de los indígenas de aquel país y tomó en mayor aborrecimiento el fervor religioso y guerrero de otras naciones.

Tendría a lo sumo cincuenta años; era alto y enjuto y de complexión recia, si no fuese el reumatismo que a largas temporadas le atormentaba mucho; gastaba el cabello largo y la barba, ya gris, en forma de cazo.

Palabra del Dia

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