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El Endeavour sin embargo salió de aquel clima tempestuoso, sin mas pérdida, no viendo tierra desde el 23 de Mayo hasta el 29 de Agosto, que descubrió á Fyal, una de las islas de Azores, á donde se dirigieron para proveerse de agua, porque no tenian mas que dos cuartillos cada uno al dia, y esto por algun tiempo.

¡Cuántas horas no habré pasado en la hamaca contemplando el mar, claro o tempestuoso, verde o azul, rojo en el crepúsculo, plateado a luz de la luna y lleno de misterio bajo el cielo cuajado de estrellas! Tengo que hablar de mismo: en unas memorias es inevitable.

Iba a añadir: «Y que se me deben dos cuartos por la noticia» o cosa análoga, pero no le dio lugar a ello su abuelo, alzándose del sillón con la agilidad de bicho montés que caracterizaba sus movimientos todos, no sin que al hacerlo produjese un tempestuoso remolino en el mar de calderilla, y la caída de algunas torres que, con sonoro estrépito, se rindieron a la gran pesadumbre.

Lo verá que se hace humo o que se hace aire.... Abre la ventana Don Juan Manuel, y el viento entra en la estancia con un aleteo tempestuoso que todo lo toca y lo estremece. Los relámpagos alumbran la plaza desierta, los cipreses que cabecean desesperados, y la figura de un marinero con sudeste y traje de aguas, que alza el aldabón de la puerta.

No la dulcificó el viejo marinero cuando la sardinera volvió á encararse con él; antes bien, cargó de nubes el ya tempestuoso cariz de su entrecejo, y por toda respuesta á tantas preguntas y declamaciones, largó á su vecina, á quemarropa, con la voz de un cañonazo, esta sola palabra: ¡Bribona!

Y dos o tres maestras, cogidas en el remolino, alzaban las manos desesperadamente, haciendo señas al inspector. ¿Pero qué piden ustedes? ¿No oyes, hijo? Jos-ti-cia-berreó una desvenadora al oído mismo del empleado. Que nos paguen, que nos paguen, y que nos paguen exclamó enérgicamente Amparo, mientras el rumor de la muchedumbre se hacía tempestuoso.

La lluvia, que caía a torrentes, azotaba las ventanas del cuarto de Bettina. ¡Oh! ¡cómo llueve, cómo se va a mojar! Fue su primer pensamiento. Levántase, atraviesa su cuarto con los pies desnudos y entreabre un postigo. Empieza a despuntar el día, con una luz gris, opaca, pesada; el cielo está cargado de agua; el viento sopla tempestuoso, por ráfagas que hace girar la lluvia en torbellinos.

Eran aclamaciones interrumpidas por tiros. Por encima del oleaje de cabezas pasaban en un vaivén tempestuoso los estandartes de la primera procesión. El médico, sin saber cómo, en uno de los empujones de la multitud, se vió en mitad del Arenal, cerca del desfile de devotos.

Febrer iba de pesca con el tío Ventolera muchos días de mal tiempo. El viejo conocía bien su mar. Algunas mañanas que Jaime se quedaba en el lecho viendo filtrarse por las rendijas la luz lívida y difusa de un día tempestuoso, tenía que levantarse apresuradamente al oír la voz de su compañero, que «cantaba la misa» acompañando los latinajos con pedradas a la torre. «¡Arriba!

La lancha avanzaba trabajosamente por el tempestuoso mar. Yo creo que Marcial, si mi amo se lo hubiera permitido, habría consumado la siguiente hazaña: echar al agua a los ingleses y poner la proa a Cádiz o a la costa, aun con la probabilidad casi ineludible de perecer ahogados en la travesía.