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Actualizado: 20 de junio de 2025
Era una declaración en regla, viva, apasionada, anhelante, como el hombre que a todo trance quiere decir una cosa y teme que el tiempo no le alcance. A la vez llena de incoherencias ridículas.
Aquella era la casa de los Tumbagas de Almendrilla. Nada queda de las grandezas de tan ilustre raza, y aun se teme que por falta de puntualidad en satisfacer derechos de lanzas y medias anatas, haya caducado el título que ostentaron, y cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos.
No, no... Usted ya no puede ser mi confesor y levantando repentinamente la frente, pálidas las mejillas, los ojos secos y brillantes, donde se pintaba una resolución extrema, siguió: Sé muy bien, padre, que mi vida entera está destinada a llorar... Sé también que después de esta vida me espera quizá una eternidad de tormentos. Pero la desesperación no cuenta los tormentos ni teme nada.
6 Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas. 7 No seas sabio en tu [propia] opinión; teme al SE
Si le había prometido quedarse viuda, ha cumplido su palabra antes que usted. Ha sido la primera en llegar a la cita que le ha dado usted, y yo temo... ¿Qué teme usted? Ser un obstáculo, puesto que mi vida le separa de la dicha y que mi salud le hace perder toda esperanza. Su vida y su salud, Germana, son presentes de Dios.
Mientras Moisés en la cumbre del Sinaí conversaba con Dios, la baja plebe en la llanura adoraba rebelde el becerro. A pesar de mis pocos años, no teme mi espíritu rebeldías semejantes. Bien pudiera conversar con Dios con plena seguridad, si el enemigo no viniese a pelear contra mí en el mismo santuario. La imagen de Pepita se me presenta en el alma.
Detesta ó teme la guerra, pero se encanta con las escenas militares, por lo que tienen de pintoresco y sorprendente, porque en el fondo de su carácter esencialmente conservador, reácio al progreso y apegado á las tradiciones, hay cierta veleidad de novelería que le tienta á inquirir en las poblaciones todo lo que tiene el sello de lo desconocido, ó que es superior á los alcances, los hábitos y las nociones que implica la vida campestre.
Al ruido de las espadas y al oprobio, cuya consecuencia ha de ser la muerte entre esos nobles españoles de Calderón, crece ese amor celestial de la mujer, que sólo teme la pérdida de su amante, moviendo al fin la misericordia de un Dios compasivo y bondadoso.»
Para asegurarse de si el que teme errar, ha sufrido uno de estos trastornos á que está sujeta la miseria humana.
Y no por eso teme nadie entre nosotros que en la Montaña, en Santillana o en Santander, en la patria del mismo Pereda, de Amós Escalante y de Menéndez y Pelayo, salgan hablando, el día menos pensado, un idioma distinto. La más seria amenaza de muerte que tiene el castellano es, según dice el Sr.
Palabra del Dia
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