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Actualizado: 3 de junio de 2025


Dirigía yo entonces en Valencia el diario El Pueblo, y tal era la pobreza de este periódico de combate, que por no poder pagar un redactor, encargado del servicio telegráfico, tenía el director que trabajar hasta la madrugada, ó sea hasta que, redactados los últimos telegramas y ajustado el diario en páginas, entraba finalmente en máquina.

Tan sin cuidado les tenía, que sólo por rara casualidad, cuando estaban juntos, hablaban de los episodios de la lucha. Lo único que conseguía turbarles eran los telegramas noticiando el alza y baja de los fondos públicos, donde tenían invertido su capital. Por lo demás, eran ciudadanos modelo: no ofendían a nadie; comían lo que era suyo y habían trabajado con sus manos.

Usté, sin saberlo, y por consecuencia de aquellos manejos de hace años, ha sido el Deus ex machina de este día, el día más feliz de nuestra vida, de don Pedrito, de Angustias, de Belarmino y mía. Así es comentó Belarmino. Y en seguida, meditabundo . ¿Cuánto durará? Lo que nos resta de vivir afirma Apolonio, accionando con rotundidad escénica. Y le muestran a Felicita los telegramas.

No habían andado dos leguas, cuando Baldomero exclamó: Pará, ché Hipólito; aquel hombre viene queriendo alcanzarnos. En efecto, era un peón de Garona, que al llegar próximo al break y antes de que su caballo se detuviera del todo, se arrojó de él, bajándole la rienda, y dirigiéndose a Melchor le dijo: Aquí le traía estos telegramas.

Sin pérdida de tiempo se dirigió al Gobierno civil, habló con el secretario que era su amigo y logró que se pusieran telegramas para que se le detuviese en el camino. Al día siguiente supo que se le había detenido en Palencia y que regresaba aquella noche conducido por la guardia civil.

De venta en todas las librerías y en las bibliotecas de las estaciones á 4 ptas. en rústica y 5 lujosamente encuadernado en tela. Agotada rápidamente la primera edición, acaba de publicarse la segunda, que contiene numerosos formularios para toda la correspondencia, tarjetas, telegramas é impresos, forma nueva de correspondencia en la vida de relación.

La vida sin lectura de revistas, sin conocer lo que se pensaba en Europa, le parecía intolerable. Perdía las noches enteras en la redacción, y rara vez cogía una pluma. Al principio, le habían encargado que redactase sucesos, que inflase telegramas. El director se interesaba por él: deseaba incluirle en la plantilla de la casa y que gozase de un sueldo igual al de un guardia de Consumos.

Lo primero que vio a la puerta fue a Artegui, contemplando con interés la gótica forma de la portada. Ya he puesto cantidad de telegramas a las diversas estaciones, señora dijo descubriéndose cortésmente al verla . En especial a la más importante, Miranda de Ebro. Me he tomado la libertad de firmar con su nombre de usted.

Desde la víspera aquello era un diluvio de telegramas de felicitaciones, prospectos de proveedores, papeles con escudos nobiliarios, sellos franceses y extranjeros. Estaba Liette haciendo metódicamente su clasificación, cuando el timbre la llamó de nuevo al aparato Morse... Era un nuevo telegrama para el castillo. «Señorita doña Blanca de Candore.» ¡Este estaba doblemente atrasado de noticias!

Ayer presentó el italiano su renuncia a las Cortes, y una hora después estaba aceptada... Hoy ha salido para Lisboa a las seis, y a estas horas estará ardiendo Madrid por todos los cuatro costados... Más de veinte telegramas hay ya en el Grand Hôtel pidiendo cuartos. Y mientras esto decía Diógenes, muy acalorado, subía con Jacobo las gradas que llevan del patio a la terraza del Grand Hôtel.

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