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Actualizado: 13 de mayo de 2025
Consistia en una túnica de tisú de oro y un albornoz de lo mismo, con un cinturon de oro purísimo sembrado de perlas y rubíes, tan gruesos y bellos que no sabia el rústico cristiano quitar de él los ojos mientras el oficioso hagib le endosaba la rica vestidura.
Vivían en común como el pueblo de Licurgo y se trataban fraternalmente como los jóvenes guerreros tebaicos. Tenían remedios secretos como los sacerdotes de Isis. Algunos se abstenían de la carne de los animales y del uso de la palabra como los discípulos de Pitágoras. Otros usaban la túnica y el gorro de los frigios, y otros, en fin, ceñían sus riñones como el hombre primitivo.
Tampoco se hartaba de mirar al mar, encontrándolo siempre distinto: unas veces ataviado con traje azul claro, otras, al amanecer, semejante a estaño en fusión; por la tarde, al ocaso, parecido a oro líquido, y de noche, envuelto en túnica verde oscura listada de plata. ¡Y cuando entraban y salían las embarcaciones!
Había de sacar la primera corona mural, túnica blanca, y en la mano la escuadra; la segunda era un mancebo de la época del Renacimiento, y llevaba como atributo una paleta; y la Escultura debía aparecer sobre un pedestal a modo de estatua, en la mayor desnudez posible, y sin más ropaje que un trozo de paño liado a las caderas.
Llevaba la cabeza despeinada, la barba larga, su color era lívido y su mirada extraviada; a pesar del rigor de la estación, sólo le cubría una especie de túnica grosera, pujada por el viento, caía en torbellinos sobre su cabeza y un aquilón helado silbaba entre los pliegues de su ropa. Finalmente, cuando el sol declinaba, se levantó de su asiento, y se alejó con paso precipitado.
Más su túnica de nieve ha rasgado el negro aullido de los vientos, y debajo de los santos, ideales sentimientos, son los odios un grabado, la ambición es un relieve. Aquel nido, que era un beso en el vivir de los hermanos corazones, es escarnio de la fé que se deben las naciones; y por eso ha volado la paloma de plumaje alabastrino, ahuyentada por la mano poderosa del destino.
Gallardo la devoraba con los ojos, abarcándola por entero con la exactitud de un buen conocedor que no olvida detalles. ¡Lo mismo que en Sevilla!... No; más hermosa tal vez, con la tentación de una larga ausencia. Se presentaba en elegante abandono, vistiendo una túnica exótica y con extrañas joyas, lo mismo que la vio él por vez primera en su casa de Sevilla.
En su túnica y soga muy revuelto, Pensando ser vision y que soñaba, A la cárcel ha sido luego vuelto En tanto que su causa se trataba: Al fin saliò de
No era ensabanado, porque, como primer ministro y favorito que había sido de Faraón, no podía vestirse pobremente con sábanas. Y no era tampoco encolchado, porque iba sólo con la túnica y no llevaba colcha, o sea, manto o capa, a fin de indicar que la mujer de Putifar se había quedado con ella.
Su galantería de mujer bien educada le obligó á permanecer de pie, para no privar de asiento á los seres débiles y masculinos de larga túnica y amplio manto que habían venido á presenciar la fiesta. La gloria del profesor iba acompañada de una nueva visión de la existencia. Nunca le había parecido la vida tan hermosa y atrayente.
Palabra del Dia
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