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Actualizado: 13 de mayo de 2025


La diosa, por hacerle gusto y fiesta, La túnica y el velo deja aparte, Sus armas toma, y de la selva parte, Del yelmo y plumas y el arnés compuesta. Pasó por Grecia, y Palas vióla en Tebas, Y díjole: "Esta vez tendrá mi espada Vitoria igual de tu cobarde acero." Venus le respondió: "Cuando te atrevas, Verás cuánto mejor te vence armada La que desnuda te venció primero."

Era un hábito completo de novicia; la túnica de franela blanca, la toca de lienzo, los zapatos, el rosario, la cruz de bronce, etc. Las monjas contemplaba con afán cada uno de los objetos como si se tratase de algo que jamás hubiesen visto, emitiendo en voz baja muchas y diversas opiniones. ¡Ay! este rosario me parece que tiene las cuentas más gordas.

Si Pez no se afeitara el mentón y en vez de levita llevara túnica y vara, sería la imagen viva del santo Patriarca, tal como nos le han trasmitido los pintores.

O se paraban en la calle las gentes, a ver pasar a los dos recién casados, con la túnica del novio cosida a la de la novia, como para pregonar que estaban juntos en el mundo hasta la muerte; y detrás les corría un chiquitín, arrastrando su carro de juguete.

De allí, anda que anda hasta llegar á Bourges, donde me tocó en suerte una túnica de seda carmesí labrada de oro y perlas, como vosotros no la veréis jamás, y un par de borceguíes con borlas de seda blanca, lo mismo que los del rey nuestro señor. ¿Los arrebañaste en alguna tienda, Simón? ¡Se los quité de los pies á un caballero enemigo, so lagarto!

En la forma general, muy poco debia diferenciarse el trage de los dos sexos: camisa, túnica, faja y manto, eran comunes á hombres y mugeres.

Se había levantado tarde y acababa de subir a toda prisa a la cubierta para hacer sus compras antes de que se marchasen los vendedores. El hombre cobrizo ensalzaba la riqueza de una túnica azul con ramajes y pájaros blancos que ella tenía entre sus manos. Me pide dos libras, ¿qué le parece? dijo la joven sonriendo a Maltrana, mientras éste daba con el codo a su compañero.

Llevaba mantilla negra y una dulleta en cuyo adorno habían entrado pieles de diversos animales domésticos, hábilmente combinadas con galones que siglos antes lucieron en la túnica de algún santo o en el valiente pecho de algún oficial de guardias walonas. Salvador, que había visto algunas veces a la dama, la conoció. Acostumbraba a mirar con respeto aquella decadencia más lastimosa que risible.

Las manos, en que el artista se había esmerado, eran excesivamente pequeñas, y a lo largo del cuerpo caían los pliegues de la túnica, tallada en pliegues rectos, pero duros, mal imitados de las esculturas paganas. Pepe miraba alternativamente a Paz y a la Virgen. ¡Qué diferencia! La verdadera divinidad era aquélla.

Los pescadores me esperan, emperador, en sus casas pobres de la orilla del mar. El ruiseñor no puede ser infiel a los pescadores. Yo te vendré a cantar en la noche si me prometes una cosa. ¡Todo te lo prometo! dijo el emperador, que se había levantado de su cama, y tenía puesta la túnica imperial, y en la mano su gran espada de oro.

Palabra del Dia

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