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Actualizado: 25 de julio de 2025
Me he puesto mala..., es verdad..., pero es porque no tengo tanta virtud como tú para sufrir los dolores que Dios nos envía... Tú eres una santa... Ya me pondré buena..., no pienses en mí... Lo que ahora me asusta es no haberme muerto viéndote marchar de aquel modo...., entre soldados... ¡Pobre hija mía!..., ven, dame un beso.
Cabesang Andang seguía sus lamentaciones. Ella no le pedía que se declarase partidario de los frailes, ella tampoco lo era; bastante sabía que por uno bueno hay diez malos que sacan el dinero de los pobres y envían al destierro á los ricos. Pero uno debe callarse, sufrir y aguantar; no hay más remedio.
Rocchio pensaba que él, siquiera, era un hongo, y que en su triste cuarto de hombre solo, no encontraría lágrimas en el día de la desgracia, si llegaba. Ya que se cae, por la propia falta, sufrir solo sus consecuencias es siempre un consuelo para los corazones generosos.
Todo lo más que yo puedo hacer respondió , es evitarle sufrimientos en sus últimos días. ¡Pobre pequeña! Figúrese usted, querido doctor, que tose todas las noches hasta despertarme. Debe sufrir horriblemente, aunque trate de ocultarlo. Si no hay ninguna esperanza, su última hora será la del descanso.
Pepe concluyó por sufrir con paciencia aquel tono entre cínico y burlón de su querida. A fuerza de charlar logró hacerlo desaparecer. Clementina, cuando estaba tranquila, era afectuosa, alegre, pronta a compadecerse y a los rasgos de generosidad; su rostro, tan bello como original, no adquiría nunca dulzura, pero sí una expresión bondadosa y maternal que lo hacía muy simpático.
De la primera dimana la otra, á saber: toda verdad de sentido comun es absolutamente cierta para todo el linaje humano. Toda verdad de sentido comun puede sufrir el exámen de la razon. Toda verdad de sentido comun tiene por objeto la satisfaccion de alguna gran necesidad de la vida sensitiva, intelectual ó moral.
Por esto determinaron de mostrarse, y, al movimiento que hicieron de ponerse en pie, la hermosa moza alzó la cabeza, y, apartándose los cabellos de delante de los ojos con entrambas manos, miró los que el ruido hacían; y apenas los hubo visto, cuando se levantó en pie, y, sin aguardar a calzarse ni a recoger los cabellos, asió con mucha presteza un bulto, como de ropa, que junto a sí tenía, y quiso ponerse en huida, llena de turbación y sobresalto; mas no hubo dado seis pasos cuando, no pudiendo sufrir los delicados pies la aspereza de las piedras, dio consigo en el suelo.
Fea, como todas las mujeres que juegan y parecen sufrir el peso de la edad aceleradamente, bajo el aplastamiento de la emoción. Cada pérdida era un año más que caía sobre su cabeza, cada ganancia un gesto violento que desbarataba la regularidad de su rostro.
En cambio, ella no aguantó el apretón sin decir «¡basta!», lo cual llenó de regocijo al joven, a quien hacía sufrir la superioridad muscular de una mujer, por más que fuese aldeana.
El capitán Llovet, como decían en la playa, era un gitano de mar, y trataba su barco como a un burro de feria, haciéndole sufrir transformaciones maravillosas.
Palabra del Dia
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