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Actualizado: 14 de mayo de 2025


El respeto y hasta el temor que inspiraba el Conde de Alhedín, poco sufrido con nadie, pronto para el enojo, y diestro y feliz en lances y pendencias, no consentían que los hombres se insinuasen con doña Beatriz, hablándole de sus amores con el Conde. Beatriz no trataba con mujeres de la sociedad, que no hubieran respetado al Conde y que se hubieran insinuado con ella.

En realidad, estaba más abatido que Jacinto, pues el porrazo sufrido con el desastroso bajón de las vitalicias, como llamaban a las acciones del Banco de Schlingen, le había partido por la mitad, pero era él así, fanfarrón, embustero y más soberbio cuanto más castigado de la suerte.

Las dos jóvenes la siguieron, llevando sus bolsos de mano todavía abiertos para contar con la vista los billetes acabados de recibir. Castro, que más de una vez había sufrido la humillación de operaciones semejantes, empezó á discurrir con amargura sobre el vicio que sostiene la existencia de este edificio enorme y de todo el principado.

Miró entonces a la suela, y estaba esta limpia, flamante, como si jamás se hubiera puesto en contacto con el suelo, ni sufrido la presión de la más ligera golondrina... ¡Hum!... ¿Si resultaría después de todo que el tal Jacobito era un grandísimo embustero, que le había encajado una sarta de mentiras?...

Esta aparece allí dormida, y pronunciando en sueños palabras, que atestiguan la pureza de su alma; pero su inocencia no puede salvarla, debiendo sucumbir, como víctima propiciatoria de la deshonra, que, por ella, ha sufrido su esposo.

El nuevo galán semi-favorecido fue Pedro Carvallo, hidalgo poco sufrido y en extremo orgulloso por las riquezas y por la fama de valiente soldado que de la India había traído. Pedro Carvallo era además infatigable emprendedor en conquistas amorosas de todo linaje.

Cuando el antiguo rebelde llegó a ser capataz de la viña, había ya sufrido una gran transformación en sus ideas. Se consideraba como una parte de la casa Dupont. Le enorgullecía la importancia de las bodegas de don Pablo y comenzaba a reconocer que los señores no eran tan malos como creían los pobres. Hasta dejó a un lado el respeto que profesaba a Salvatierra, el cual andaba por entonces fugitivo fuera de España, y se atrevió a confesar a los amigos que las cosas no iban del todo mal después del desastre de sus ilusiones políticas.

Juan, he sufrido mucho por causa tuya... he envejecido veinte años lo menos... Estoy débil y enferma... ten piedad de ... no me toques... no quiero volver a entrar en la casa de tu hermano manchada con una falta. Gertrudis ¿has venido aquí para torturarme?

Si la señora respetable á quien me he referido más atrás resucitara hoy, no creería el cambio que han sufrido las costumbres de los de su comunión social. Pero vamos á cuentas. No estoy censurando esta nueva afición de mis paisanos, que ya raya en manía; consigno un hecho sencillamente.

Después de haber sufrido una grave enfermedad que puso en peligro su vida, y muerto su padre, Juan de Salinas se dispuso á regresar á España, permaneciendo cuatro años en Segovia y fijando al cabo su residencia en Sevilla, de donde por tan largo tiempo había faltado.

Palabra del Dia

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