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Actualizado: 1 de junio de 2025
Las señoras refugiábanse en los portales, empinándose sobre las puntas de los pies para ver mejor; los maridos cogían a sus pequeñuelos por los sobacos y los sostenían a pulso para que contemplasen las últimas contorsiones de los monigotes. Aún era de día y ya se impacientaba la muchedumbre. ¡Fueeego...! ¡fueeego...! gritaban a coro los de la blusa blanca.
Antes sostenían el pabellón español ante los Indígenas un puñado de soldados, trescientos ó quinientos á lo más, muchos de los cuales se dedicaban al comercio y estaban diseminados, no sólo en el Archipiélago, sino también en las naciones vecinas, empeñados en largas guerras contra los Mahometanos del Sur, contra los Ingleses y Holandeses, é inquietados sin cesar por Japoneses, Chinos y alguna que otra provincia ó tribu en el interior.
No cayó de espaldas misia Casilda, porque sus nervios, a prueba de emociones, la sostenían admirablemente, pero parecióle que el mismo Lucifer le soplaba ciento cincuenta mil trompetazos en los oídos, y que la casa se le caía encima.
También se veían lozanos helechos, madreselvas, parras vírgenes y otras plantas de arrimo, que se sostenían unas a otras por no haber allí grandes troncos. La Nela sintió que las ramas se agitaban a su derecha; miró... ¡Cielos divinos!
Estaba ocupadísima en aquella época. Hacía viajes a la Península; giraba, según se decía, enormes cantidades para los partidarios de don Carlos que sostenían la guerra en Cataluña y las provincias del Norte. ¡Que no la hablasen de Jaime Febrer, el antiguo marino! Ella era una verdadera butifarra, una defensora de la tradición, y hacía sacrificios para que España fuese gobernada por caballeros.
Las gruesas vigas que sostenían el techo no guardaban simetría. Para formar el café fué preciso derribar algunos tabiques, dejando en pie aquellas vigas; y una vez obtenido el espacio suficiente, se pensó en decorarlo con arte. Los artistas escogidos para esto eran los más hábiles pintores de muestra de la Villa.
Los marineros que sostenían contra la borda el tablón lo levantaron como una palanca, y el féretro fue deslizándose, hasta que cayó bruscamente en el Océano. Fue un ruido semejante al de una de aquellas olas que sordamente venían a chocar con el navío.
Marcháronse los chicos que estaban jugando a la toña, y la esquina de la calle de la Pasión quedó desierta unos instantes: Paz no miraba ya más que a la puerta, creyendo que era tarde para que viniera. Pensaba que, si le veía, sería al salir. De pronto tuvo que apoyarse en uno de los maderos que sostenían el tenderete junto al cual estaban.
Los pimpollos de las parras y los ramos de la madreselva asaltaban desordenadamente aquella estancia, trayendo hasta en medio de ella los colores de la púrpura y los olores del ámbar, pareciendo todavía más encantada esta escena con los golpes de luces y luminarias que iban por las cornisas de las columnas, con las girándulas que se mecían en los arcos y con los fanales pintados y faroles caprichosos que se sostenían de los ramos y pimpollos de los huertos.
Acercándose prudentemente oyó Roger los sonidos de una flauta y rodeando el vallado creció de punto su sorpresa al ver á dos jóvenes que, sin gran dificultad al parecer, se sostenían cabeza abajo sobre la hierba y tocaban sendas flautas, á la vez que imitaban con los pies los movimientos de la danza.
Palabra del Dia
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