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Actualizado: 17 de junio de 2025
En cuanto a Juan, hacía lo posible por soportar valerosamente su sufrimiento moral, para que nadie lo sospechase; ¿no debía, acaso, acostumbrarse a la idea de ver a otro al lado de la que amaba? Para escapar a su suplicio, no tenía siquiera el derecho de huir: todo lo ataba a aquella casa, en aquel momento en que dos sombras amenazadoras se cernían sobre ella: la ruina y la muerte.
Había permanecido en la venta lejos de ellos, para que nadie sospechase que le acompañaban en su expedición. Temía que alguien se chivase y fuese con el soplo. Por e, nada; bien sabían los guardas que cazaba todas las noches, así se viniera abajo el cielo. Cuanto peor fuese la noche, más favorable para él.
Elena prometió ocuparse de todo aquello, y yo admiré la ingeniosa gracia de aquel corazón de quince años tratando de arrancar a una madre, sin que ella lo sospechase, su última voluntad sobre los que iba a dejar huérfanos. Me estaba ahogando en aquel aire pestilente y salí a reunirme con Luciana y Gerardo.
Estuvieron separados unos días, y esto bastó para que Colón sospechase que Martín Alonso había tenido de los indios noticias de mucho oro e iba a buscarlo por su cuenta, como un amigo infiel. ¡Disputa de consocios que se temen y se vigilan!... Y el caso fue que iguales riquezas encontraron el uno y el otro... ¡nada!
Así anduvo el limosnero de huérfanas durante mucho tiempo y llegó á hacerse popular en Sevilla, sin que nadie sospechase de él que pudiera ser otra cosa que un sano varón, temeroso de Dios....
Sin su consentimiento, y casi a pesar suyo, su joven hermana le prestaba los más asiduos cuidados sin que la Condesa sospechase la causa, queriendo aquélla al menos, si no podía salvarla, ocultarle hasta el último momento el golpe fatal que la amenazaba; porque los médicos de Granada, que pretendían no engañarse, habían anunciado que la Condesa no sobreviviría al otoño, y corría a la sazón el mes de septiembre.
Y como sospechase cierto conato de gesto burlón en la faz cobriza y los ojos estrechos de Gómez, añadió: No se necesita más para matar a un hombre. Todos los que yo he visto morir tuvieron bastante con una bala. No lo olvide usted, joven. El joven se calló, arrepentido de su audacia, sintiendo respeto por aquel hombre extraordinario que había presenciado tantos combates y muertes.
A la entrada de la casa de la policia hay numerosa guardia de tropa: Don Marcelino se va á entrar por la primera puerta que se ofrece, y el granadero le dice: «Atras.» Encaminase á la otra, y el centinela le grita en alta y destemplada voz: «Paisano, la capa.» Quítase el embozo, prosigue algo mohino, y los esbirros, que se resienten de la rigidez gubernativa, le dicen en ademan descortes: «no vaya V. tan aprisa; aguarde V. su turno.» Llegado á la mesa, el oficial le dirige mil preguntas investigadoras, le mira de pies á cabeza, como si sospechase que el pobre D. Marcelino es uno de los jefes del motin del otro dia.
Palabra del Dia
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