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Actualizado: 22 de junio de 2025
Con gran deseo quedó el Caballero de la Triste Figura de saber quién fuese el dueño de la maleta, conjeturando, por el soneto y carta, por el dinero en oro y por las tan buenas camisas, que debía de ser de algún principal enamorado, a quien desdenes y malos tratamientos de su dama debían de haber conducido a algún desesperado término.
Y antes que relegar a Menéndez a un lugar del verso indigno de su filantropía, prefirió renunciar al soneto. Esta falta de inspiración poética y de consonantes en éndez, no le desanimó ni ajó su orgullo de artista, que al fin no era muy grande; después de todo, si bien se miraba, la poesía está como reconcentrada en la música.
El duque, en su distracción, había hecho un rollo del papel en que estaban escritos sus versos, que María no había reclamado. ¿Vais a hacer un cigarro con el soneto? preguntó María. Al menos, así serviría para algo respondió el duque. Dádmelos y los guardaré dijo María. El duque puso en el papel enrollado una magnífica sortija de brillantes. ¡Qué! dijo María , ¿la sortija también?
Ha visto cómo se desnudaban los aceros, cabrilleando en la sombra, bajo la plata mística de las estrellas, buscando bravamente el corazón por el encanto de un soneto.
No me daba manos a trabajar, porque acudían a mí enamorados, unos por coplas de cejas y otros de ojos, cuál soneto de manos y cuál romancico para cabellos. Para cada cosa tenía su precio, aunque, como había otras tiendas, porque acudiesen a la mía, hacía barato. ¿Pues villancicos?
Respecto de su uso, podemos decir lo expuesto más arriba acerca de la redondilla. II. El yambo, en oposición al troqueo, la medida más solemne, en esta forma: a. b. Como soneto para las antítesis, interrogaciones agudas y réplicas discretas, ó para la expresión del sentimiento, que resulta de la comparación con otro, ó de su examen aislado. c. d.
Aconteció lo mismo en tres días consecutivos: acechando Cervantes a doña Guiomar, entreviéndole ella un momento, y enamorándose ambos más y más a cada vez que se entrevían, hasta que al fin Miguel, no pudiendo ya guardar en su pecho el volcán amoroso que en él, abrasándole, se alimentaba, juntó a sus amigos, pidió le acompañasen con sus guitarras, compuso el soneto que ya se conoce, y aquella noche se fue a cantarle bajo los balcones de doña Guiomar, sobreviniendo por esto lo que ya se ha relatado.
V. La Egloga á la muerte de Doña Isabel de Urbina, por D. Pedro Medina de Medinilla, entre las poesías que siguen á La Filomena, y el verso citado antes, de la Egloga á Conde, cuyas palabras, hasta que en Alba fué mi noche obscura, se explican y completan mutuamente. Así se deduce de un soneto y de un epigrama latino, que se encuentran en Las Rimas, de Lope de Vega.
Nada se sabe de la vida de este poeta, sino que ya había muerto en el año de 1566, pues así consta de un soneto inserto en la edición de sus obras de dicho año . De las tres piezas de esta colección, La Tolomea, La Serafina y La duquesa de la Rosa, la primera desenvuelve el argumento, tratado antes por sus más célebres contemporáneos en Los engaños y La Medora, si bien no es digna de alabanza por las invenciones fantásticas y absurdas que la llenan.
Y esta vuestra mortal, triste caída entre el muro y el hierro, os va adquiriendo fama que el mundo os da, y el cielo gloria. -Desa mesma manera le sé yo -dijo el cautivo. -Pues el del fuerte, si mal no me acuerdo -dijo el caballero-, dice así: Soneto
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