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Actualizado: 7 de junio de 2025


Además conminaron los padres del Concilio con escomunion á cuantos fuesen en contrario; puesto que los judios ganaban los ánimos en su favor, no solo de los poderosos, sino de algunos obispos i sacerdotes, así por medio de las relaciones de amistad que su industria i comercio les facilitaban, como por sus riquezas: llaves con que en los tiempos mas calamitosos solian cerrar las puertas de sus desdichas.

Parecían, por las conversaciones que solían tener acerca de las heroínas desdichadas, que ellas mismas hubiesen querido de alguna manera acompañarlas en la peregrinación de sus desventuras ideales.

Solían hacer sus casas como el templo que fabricó su gran rey Salomón, que era cuadrado, con las puertas anchas de abajo y estrechas por la comisa, y dos columnas al lado de la puerta. Por aquellas tierras vivían los asirios, que fueron pueblo guerreador, que les ponía a sus casas torres, como para ver más de lejos al enemigo, y las torres eran de almenas, como para disparar el arco desde seguro.

Y no era flojo su asombro al saber que yo, ahito de conversación, pensaba en hacer un viaje de centenares de leguas sólo por darme el gusto de conversar. Nadie podía explicarse un capricho semejante; sólo me comprendían los franceses. Estos solían exclamar: ¡Qué dicha! ¡qué placer! Y sucedía a veces que alguno de ellos se venía conmigo.

A veces los sellaban en la mano con un hierro candente, y á los que no llevaban este sello los solían castigar con azotes, y hasta con la muerte.

Rodríguez Marín cita numerosos ejemplos en su edición crítica del Quijote, VI, 163. Cf. versos 702 y 1709. Los cristianos solían llamar galgos o perros a los moros. " ¿Cómo? En la calle de las Armas mora; Son señas de su casa dos balcones Azules, que al salir el sol los dora." Lope, La Niña de plata, B. A. E., XXIV, 284 a.

Cuando iba á paseo por las carreteras con D. Primitivo ó con el juez, todos los labradores y jornaleros se quitaban la boina ó la montera y decían: «Buenas tardes, D. Marcelino y la compañía». D. Marcelino no veía más que esto; pero los que venían detrás solían ver á los aldeanos quedarse parados un instante con la montera en la mano, mirándole á las espaldas de un modo bastante menos respetuoso que á la cara.

Llegaron, finalmente, á la playa donde solían desembarcar los Mamalucos, en donde halló el P. Superior cinco largas cadenas que habían enterrado allí aquellos crueles hombres.

Su marido faltaba pocas veces del lugar, y no pasaba ninguna noche fuera de él; las ausencias del amigo, sin ser muchas, eran más largas: solían durar dos o tres días.

Estos solian venir á su campo, y tambien se llevaban caballos, que regularmente sucedia de noche: y este modo de vivir observó todo el tiempo que estuvo entre los indios, que no puede decir cuanto, pero diré que experimentó mucho frio y mucho calor en varios tiempos y parages, durante el tiempo que estuvo con los indios.

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