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Actualizado: 7 de junio de 2025
Pero no mucho tiempo después del fallecimiento del médico, la portadora de la letra escarlata desapareció de la ciudad y con ella Perla. Durante muchos años, aunque de tarde en tarde solían llegar algunos vagos rumores al través de los mares, no se recibieron sin embargo noticias auténticas de la madre y de la hija.
En tan lejana época de mi infancia, yo no conocía más chicos de mi edad que unos primos segundos. Estos chicos vivían en Madrid y venían a Lúzaro durante el verano. Cuando estaban ellos en casa de mi abuela, íbamos juntos a un caserío de la familia, donde solían darnos cuajada.
Señaló Antoñona para la cita la hora de las diez de la noche, porque ésta era la hora de la antigua y ya suprimida o suspendida tertulia en que D. Luis y Pepita solían verse.
Las mozas que solían ir por agua a la fuente del ejido, y los arrieros, pastores y porquerizos que acudían a dar agua al ganado, considerando que desde que Juanita dejó de ir allí se daba tono de señora, no se atrevían ya ni a saludarla.
Este ganado no bajaba definitivamente á invernar hasta los primeros días de Octubre y estábamos en los de Agosto, pero solían traerlo á Entralgo una vez durante el verano para que su dueño viese por sus ojos el estado en que se hallaba y si era necesario dejar alguna res en casa ó venderla.
A la vuelta solían las amigas hallar el puente más animado que a la ida. Era el momento en que tornaba de sus expediciones campestres la gente de Vichy y los bañistas, y abundaban los jinetes, llevando sus monturas al paso, luciendo los pantalones de punto y las abrochadas polainas, sobre las cuales relucía la nota brillante del estribo y del espolín.
Las personas de edad solían ser repertorios vivos de procedimientos ridículos para prevenir y para remediar males y peligros reales e imaginarios.
Era una fiesta para Ramiro cada una de las visitas que solían hacer, en lo alto de las torres, a aquel «bachiller de badajos», como le llamaba el escudero.
Pero no era en los trajes únicamente en lo que aquel rey disponía, sino que, con el propósito de disminuir el número de carruajes, que debían estorbarle, dictaba severas disposiciones contra los adornos, pinturas y galas que solían ponerse en las carrozas, literas, calesas, estufas, etc., no dejando de ser donoso el que señalaba las personas á quienes estaba permitido andar en coche y las que lo tenían vedado, en esta forma: ...«No podrán tener coches... los alguaciles de corte, escribanos de provincia y número, ni otros ningunos, ni tampoco lo han de poder tener los notarios, procuradores, agentes de pleitos y de negocios, los recaudadores, si no es por otro título, y tampoco lo podrán tener ni los mercaderes con tienda abierta, ni los de lujos, plateros, maestros de obras, etc.»
Algunos de sus compañeros solían llevar al aula, para leer a escondidas, obras literarias de las más famosas. Rubín no fue nunca aficionado a introducir de contrabando en clase, entre las páginas de la Farmacia químico-orgánica, el Werther de Goëthe o los dramas de Shakespeare.
Palabra del Dia
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