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Actualizado: 7 de junio de 2025


Tambien solian ausentarse 6 ú 8, y despues de algun tiempo venian con caballos que, segun se reconocia, los hurtaban de otros indios, y algunas veces no venian todos los que fueron, por lo que se comprendia que eran muertos por los enemigos.

Además de actriz, fué la Déjazet mujer de fértil y amable conversación. Tenía el ingenio alerta; la réplica libre y pronta, y «sus frases», á fuerza de graciosas, solían pecar de crueles.

Con las tres hermanas vivía un hermano solterón, Eduardo, y una tía abuela, muy anciana ya; atacada de parálisis, nunca salía de su habitación. Y la casa parecía aun más grande y más silenciosa, cuando Eduardo se iba con alguna de ellas a una estancia lejana, donde solían pasar largas temporadas.

Aumentaba esta angustia haber ya faltado los gatos, ratones, culebras y otros animalejos inmundos con que solian templarla, y se comieron hasta los zapatos y otros cueros.

Las únicas monjas a quienes respeto y admiro con todo mi corazón son las hermanas de la caridad. Maximina le miró sorprendida y no contestó. Todo el día estuvo un poco pensativa. Solían reunirse diariamente a la hora del oscurecer algunos jóvenes delante del estanquillo, aunque no en tanto número como los domingos.

Ni siquiera se acordaban de cubrirle las piernas con una manta; así que, al ir a moverle de la butaca, solían encontrarle frío, como entumecido.

Como los turcos vieron que no podían nada con las galeras en cuatro veces que habían probado de combatirlas, tornaron de nuevo á trabajar en la trinchea que solían, hasta llegar á la gruta para quitárnosla, creyéndose que con ella nos entreteníamos, sin tener otra agua para beber.

Como Ventura y Cecilia solían venir a Sarrió a menudo, aquí las veía y hablaba, por más que huía de acompañarlas públicamente. Gonzalo, desde que llegara, leía asiduamente El Joven Sarriense, que se publicaba ya tres veces a la semana, lo mismo que El Faro. Lo leía para apaciguar un poco la inquietud que sentía.

Mandóles que cantasen y bailasen, De suerte que otra cosa no hacian, Y como los pobretes ya dejasen De sembrar y cojer como solian, Y solo en los cant

Entonces siguió un instante por sus orillas, sombreadas de avellanos, hasta el paraje más oculto y umbrío, donde solían lavar las doncellas de Entralgo cuando en el verano los rayos del sol quemaban demasiado. Allí la encontró. Acababa de llegar y tenía depositado en tierra su cesto de ropa sin haberlo tocado todavía.

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