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Actualizado: 9 de noviembre de 2025


Batiste tenía que labrar una parte del terreno que aún conservaba inculto, preparando la cosecha de hortalizas, y él y su hijo engancharon el caballo, enorgulleciéndose al ver la mansedumbre con que obedecía y la fuerza con que tiraba del arado. Al anochecer, cuando ya iban á retirarse, les llamó á grandes gritos Teresa desde la puerta de la barraca. Era como si pidiese socorro.

13. Despues en el mismo pueblo se alistaron nuevas reclutas, y porque acaso, como los prisioneros que perecieron en la guerra, no fuesen desamparados de médico espiritual, llamaron para el socorro de sus almas

Pierden muchas cabezas a causa de esta negligencia, pero no las pierden todas. Los animales curan alguna vez, sin el socorro de la ciencia y a pesar de todos los estragos que la enfermedad haya podido hacer en su cuerpo.

Esta situacion á la verdad arriesgada, le obligó á Orellana á pedir algun socorro al capitan de granaderos del regimiento de infanteria veterana de Lima, D. Ramon de Arias, y al coronel de milicias, D. José Moscoso, que con un destacamento de 500 hombres habian salido de Arequipa, y se hallaban á solas nueve leguas de distancia: pero unicamente le contestaron que no tenian órdenes de sus gefes para franquearselo, ni menos quisieron remitirle las municiones y víveres que solicitó comprarles, en el caso de que retrocediesen prontamente; como lo ejecutaron, dejando á Orellana en el centro de aquellas provincias sublevadas, sin mas recursos que los que tenia dentro el corto recinto que ocupaba, donde quedó solo, porque el Gobernador Moya se vió precisado á pasar á Arequipa para curarse las resultas de la herida que habia recibido en el muslo, en el ataque del dia 11 de Marzo.

Así que salieron los frailes, Belarmino se arrepintió de su promesa. Pasó la noche en claro, caviloso y febril. Dábase golpes en la cabeza, requiriendo socorro y consejo de su habitante interior; pero el Inteleto estaba distraído o ausente y no acudía al llamamiento.

Delante de su palo asolador caían los mozos de Rivota y Lorío. Pero arrastrado de su ardimiento había ido demasiado lejos. Cuando menos lo pensaba se encontró solo. Entonces, al echar una mirada en torno y verse rodeado enteramente de enemigos, flaqueó su corazón y olvidó su fuerza indomable. Tres veces gritó con voz penetrante demandando socorro á sus amigos.

¡El patio está lleno de víboras! ¡No puedo dar un paso! ¡No, no!... ¡Socorro!... ¡Mi mujer se va corriendo! ¡Mi madre se va! ¡Me han asesinado!... ¡Ah, la escopeta!... ¡Maldición! ¡Está cargada con munición! Pero no importa... ¡Qué grito ha dado! Le erré... ¡Otra vez las víboras! ¡Allí, allí hay una enorme!... ¡Ay! ¡Socorro, socorro!!

¡Ay! señora, no me siento en peligro. ¡Cómo ay! Perdone usted, es el médico el que habla, no el amigo. Una vez casada, ¿usted continuará asistiéndola? ¿Es que hay que dejarla morir sin socorro? ¡Toma! ¿para qué la casamos, pues? No será para que sea eterna.

Hallamos en esta tierra otro pueblo de casi 3,000 indios llamados Querandíes, con sus mugeres é hijos que andan como los Charrúas: nos trajeron carne y pescado. Estos Querandíes no tienen morada fija; vagan por la tierra como gitanos. Pero los indios los maltrataron y volvieron al real con tres heridos. Pero cuando llegamos ya tenian 4,000 indios de sus amigos y familiares, de socorro.

A la vieja le fué antipática por sus ademanes varoniles, por la mirada altiva con que la midió de pies á cabeza y por su voz áspera. Buena mujer, si es para pedir un socorro á la señora, venga otro día. La señora no está. Balbuceó la vieja de indignación.

Palabra del Dia

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