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Fortunato tuvo miedo de este enternecimiento y respondió con volubilidad: No pensemos en eso, querida prima. Preparémonos á ser compadres. Y á propósito, hazme el favor de presentarme á tu encantadora sobrina. La frente de Clementina se contrajo. Esta primera ejecución del convenio le padecía humillante. Tuvo, sin embargo, que resignarse y abriendo la puerta del salón, llamóBobart!"

Notando en el ya parecerá de D. Romualdo una intención benévola y optimista, dio en creer que el buen señor, después que despachase el asunto principal, le hablaría del caso de la anciana, que sin duda no era de suma gravedad.

Réstanos decir algo acerca del lugar que ocupa Torres Naharro en nuestra historia, y de la influencia que tuvo en el teatro español. Como el poeta residía en Italia cuando publicó la Propaladia, es de suponer, sin linaje alguno de duda, que en ella se representaron sus comedias, y que son falsas las aseveraciones contrarias de los literatos italianos.

Parece, sin embargo, que su nombre quedó después prontamente obscurecido por los de los nuevos dramáticos. Es de presumir que aconteciera lo mismo con Joaquín Romero de Cepeda , con Berrio y Francisco de la Cueva, de quienes tratamos ya en el período anterior de la historia del teatro español.

Se encuentra cascada, lago, isleta en medio con puentes rústicos, de un aspecto gracioso; chinescos, barquillas, circo y muchos espectáculos de varios géneros. Yo me interné hasta donde logré quedarme solo, sin oir otra cosa que el ruido confuso de los coches y el crugido del látigo.

«Pues estamos en el principio de la conversación» pensó Currita, sin comprender del todo aquellas místicas sutilezas; y dando vueltas entre sus manos a un precioso devocionario que había traído de intento para demostrar su piedad al padre, dijo modestamente: ¿Y qué cree usted entonces que debe de hacerse?...

Godfrey, sin embargo, no reparó en aquel movimiento y se dejó caer en su sillón. Juana ya estaba en la puerta con la hirviente caldera. Decid que se retire, ¿queréis? repuso Godfrey. Y cuando la puerta se volvió a cerrar, trató de hablar con más claridad.

Sin embargo, quizás sea este el cuadro más discutido de Velázquez, hasta en lo que se refiere al color: pues al paso que unos críticos y pintores lo consideran como afeado por agrios contrastes y desentonos entre los rojos amarantados casi vinosos, y los azules intensos, otros creen que es la obra donde logró ser más colorista, mostrando su predilección por los maestros venecianos y su afición a la manera del Greco.

No es, pues, ni el arte profundo y exquisito, ni la sutil y peregrina enseñanza de inauditas verdades, ni la superior inspiración, ni el refinamiento de la última moda de París, ni el primor del estilo, ni otras raras prendas literarias, lo que da la palma y corona de laurel a un autor de novelas: es el llegar a tiempo oportuno y el dejarse arrastrar sin miedo por la corriente.

La vi tambalearse, pero al movimiento que hice para sostenerla se desprendió por un impulso de inconcebible terror, abrió desmesuradamente los ojos extraviados y exclamó: «¡Domingo!...» como si despertara de un mal sueño que hubiese durado aquellos dos años; luego dio algunos pasos hacia la escalera arrastrándome en pos de ella sin conciencia de lo que hacía.