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La venida del Sol despues del solsticio hiemal causa en los árboles una alteracion considerable, y lo mismo hace en la sangre de los animales: el buen Físico prueba la conmocion de la sangre, aunque sea oculta, quando ve la mutacion en los árboles; y al contrario los hombres delicados, por la alteracion que en mismos sienten, prueban que va en los árboles á hacerse mutacion.

Catalina le veía perfectamente, como en medio del día: allí estaba el viejo, y su lúgubre perfil se destacaba a unos diez pasos, con los ojos fulgurantes, blandiendo su larga flecha azul en las tinieblas y tratando de alcanzar a la labradora. ¿Qué hacer? ¡Someterse, sufrir su muerte!... Así los más firmes caracteres se sienten carcomidos por un destino fatal: la anciana se creía señalada de antemano; veía a aquellos hombres saltar como lobos, darse tajos y pararlos, a la luz de la Luna.

La Intrusa continuó el médico, es la Muerte, que entra en las casas sin que nadie la vea; pero todos sienten los efectos de su paso. Y Aresti relató la escena lúgubre de la familia reunida en torno de la mesa, en la penumbra, más allá del círculo de luz de una pantalla verde.

La alegría que sienten es comunicativa: quien les mira se ríe; no son beodos que inspiren miedo ni repugnancia, ni dan asco; su borrachera tiene ese algo respetable que merece el placer ajeno siendo inofensivo.

Estos han encontrado en él una mirada majestuosa y severa, y ellos la han correspondido con una mirada de víbora. La envidia les destroza el corazon, sienten una abrasadora sed de venganza. Pero ¿obrarán, hablarán como vengativos?

Oponíanse a esto otras doctrinas, afirmando que en el planeta era más el espacio ocupado por el mar que el de la tierra firme; pero Colón, como todos los que se sienten poseídos de una idea fija desechaba lo que no parecía de acuerdo con su opinión, rebuscando nuevos y extraños argumentos para afirmarla.

Se sienten molestados por la superioridad de los nobles, por su cultura, por su valor, por su exquisita educación, y pretenden que sean torpes y cobardes como ellos, sin que sus nombres ilustres, que van unidos á las inmarcesibles glorias de España, les infundan respeto. Odian también la religión, porque se opone á sus apetitos y les encarece la humildad.

Guardó silencio obstinado, mirando fijamente a la copa de cerveza que tenía delante. Al fin, dijo con voz apagada: Nunca creyera a Isabel capaz de una acción tan fea. Entonces yo, entre compadecido y rencoroso, con la complacencia que sienten los desgraciados al encontrar otros como ellos, le dije: Amigo Villa, por lo mismo que le estimo a usted de veras, voy a darle un consejo franco y leal.

Han pasado la tarde retozando sobre el mullido lugar en que descansan ahora, y por eso, aunque mal vestidos, les basta para vencer el frío que apenas sienten, soplarse las uñas de vez en cuando. De los dos muchachos, el uno es de la casa y el otro de la inmediata.

Los novelistas, sin embargo, sienten cierto aristocrático desdén hacia la literatura dramática, á su juicio sobradamente artificiosa y mercantil. Cuentan que Honorato de Balzac y Alejandro Dumas se encontraron una tarde en la puerta de la Comedia Francesa. Dumas acababa de entregar el manuscrito de La señorita de Belle-Isle.